En los últimos días hemos leído declaraciones muy duras en contra del Papa Francisco. Lo acusan de ser comunista y de atentar contra la "sana doctrina".
Tristemente esta opinión está cobrando mucha fuerza en algunos sectores eclesiales e intelectuales que tienen impacto en los medios de comunicación.
Se está tratando de tejer una matriz de opinión contra el Papa Francisco acusándolo hasta de estar a favor del régimen de Castro y de su influencia en Venezuela.
Lo atacan porque sus duros corazones no soportan su llamado a la Misericordia como distintivo de la Iglesia. Lo atacan porque los desinstala y pone en evidencia que lujos y poder son contrarios al Evangelio de Jesús. Lo atacan porque está recordando a la Iglesia que sí vive encerrada en los templos, preocupada solo por los sacramentos y no se preocupa por servir a los pobres y asumir compromisos políticos, es una Iglesia de Fariseos, no es la Iglesia de Cristo.
Es lo que el Papa llama "Mundanidad Espiritual", puro rezo, pura misa y cero compromiso por transformar las situaciones de dolor y miseria que afectan a los hermanos y hermanas. Son los falsos profetas de los que alerta el Evangelio. Supuestamente muy "espirituales", pero se esconden en los templos y las Eucaristías sin hacer nada por el prójimo.
Sus oraciones nunca mencionan a los pobres, la salvación la ponen como algo que depende solo de la oración y no del amor al prójimo. No se interesan por ningún tema político. Ni siquiera leen las noticias u opinan sobre lo que pasa en el país. Que Dios nos libre de "esa raza de víboras", lobos disfrazados de corderos, aparentes santos que son solo hipócritas religiosos.
Dios bendiga al Papa Francisco y le permita seguir animándonos a ser una Iglesia en salida misionera, pobre para los pobres, que pone su centro en las periferias humanas y existenciales, una iglesia sencilla, cercana al pueblo, alejada de los dioses del poder y del dinero. Iglesia Samaritana y servidora, una Iglesia que denuncia con valor profético las injusticias y se enfrenta a los "faraones que oprimen a los pobres”, una Iglesia que ama y defiende la Casa Común y es gestora de una nueva sociedad más justa y fraterna, donde podamos llamar a Dios Padre, pero viviendo como auténticos hermanos y hermanas en justicia, amor y paz.