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CELAM realizó primera Jornada Mundial de los Pobres en compañía de migrantes venezolanos


Con la premisa “No amemos de Palabra sino con obras”, el Consejo Episcopal Latinoamericano, junto con Representantes de la Conferencia Episcopal de Colombia, Pastoral Social Cáritas Colombia, Congregación de Religiosas de San Juan Evangelista y la Fundación de Atención al Migrante, celebraron la primera Jornada Mundial de los Pobres que inició y propició el Papa Francisco para convocar a toda la sociedad a prestar atención a los más pobres invitando a “Mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad”.

Esta actividad se realizó en la Basílica de Nuestra Señores de Lourdes en Bogotá con una eucaristía celebrada por Monseñor Juan Espinoza, Secretario General del CELAM y Arzobispo Auxiliar de Morelia- México, acompañado de Monseñor Jaime Mancera, Vicario Episcopal para la Dimensión Social de la Evangelización de la Pastoral Social Cáritas de Colombia, que culminó con un ágape fraterno con migrantes venezolanos.

Durante la homilía, Monseñor Juan Espinoza expresó su beneplácito al “Uniros a la intuición del Papa Francisco, una intuición muy bonita. El Papa dijo que la misericordia de Dios es siempre meditada y vivida, la misericordia de dios debe estar siempre presente en nuestras vidas, constantemente debemos experimentar el amor tan grande que Dios tiene con cada uno de nosotros, por eso él instituyó la primera Jornada Mundial de los Pobres, porque son precisamente ellos quienes más pueden apreciar la misericordia de Dios”.

“Precisamente hoy domingo y en la medida de todos los años, en este domingo que está muy cercano a la fiesta de Cristo Rey, que cierra el año litúrgico, él quiere que todos en este domingo se celebre la Jornada Mundial de los Pobres, vean qué contraste tan bonito, pues precisamente él se hizo uno con nosotros y se hizo pobre, nació en un pesebre, vivió pobre, amó intensamente a los pobres, lo dio todo por ellos, su grandeza fue precisamente en ese gesto de bajarse, de hacerse uno con nosotros, de asumir nuestra humanidad, de asumir nuestra miseria y pobreza para elevarnos”, acotó Monseñor Espinoza.

Esta primera Jornada Mundial de los Pobres es el desafío que asume la Iglesia Católica del mundo para dejar la indiferencia a un lado y asumir el reto de aportar pequeños esfuerzos de tender puentes y ejercer acciones que vayan en función de erradicar la pobreza, en el mismo mensaje del Papa se hace una denuncia caracterizada de los males que generan la pobreza pero a la vez convoca a no permanecer inactivos, ni tampoco resignados, pues “No basta con decir soy bueno, sino que hay que hacer el bien”

Es por ello que los diversos integrantes de las organizaciones participantes de esta jornada, una vez finalizada la Eucaristía, invitaron a las familias de migrantes venezolanos a un compartir, al son de gaitas (ritmo con el que se celebra la Navidad en Venezuela) y arepas de “Reina pepiada”, un manjar propio con base en pollo y aguacate, además de historias de vida y anécdotas. Finalmente los presentes recibieron un mercado familiar, donado por el Banco de Alimentos de Bogotá.

Para Monseñor Jaime Mancera, Vicario Episcopal para la Dimensión Social de la Evangelización. “Creo que la llamada que nos ha hecho el Papa Francisco a amar no solo de palabras sino de obras, tomando las palabras de la carta de Juan en su momento muy especial y de gracia que nos hace recordar el compromiso. No es un asunto de especialistas, sino de todos los creyentes, de todos los que profesamos nuestra fe, de todo discípulo misionero. En este encuentro con los hermanos venezolanos donde expresamos toda nuestra solidaridad, queremos comprometernos en obras y aprender de ellos, por ello, el sentido de este compartir, escuchar una vez más nuestros dramas, contarles los proyectos para seguir colaborándoles en este drama humanitario que siguen viviendo en medio de su incertidumbre, pero que no por ello dejamos de acompañarlos y brindarles nuestro apoyo. Es una invitación a seguir viviendo esta experiencia de misericordia que Dios nos invita a vivir y que por supuesto es él quien nos ha dicho claramente que cuando amamos encontramos nuestra verdadera libertad, entonces que así sea y esta jornada sea de gran provecho para todos los creyentes y no creyentes en todo el mundo entero”.

Compartiendo El Viaje y vivencias

Te presentamos dos testimonios que recogen el clamor de los migrantes venezolanos, quien a pesar de encontrar la acogida tienen un gran óbice en la oportunidad de plazas laborales dignas, en virtud que muchos empleadores en Colombia se rehúsan a contratarlos aún teniendo con el Permiso Especial de Permanencia, recientemente otorgado por el Gobierno colombiano a todos aquellos que ingresaron después del 28 de julio de 2016

No obstante, la Iglesia Colombiana no se ha quedado de brazos cruzados, en figura del Cardenal Rubén Salazar, Arzobispo de Bogotá y Presidente del CELAM, se vienen aunando esfuerzos a través de la Fundación de Atención al Migrante (Famig) para promover servicios a la gran cantidad de migrantes venezolanos llegados a Bogotá, por ello ofrecen: Escucha, acompañamiento espiritual, ayuda humanitaria, de primera atención, y recientemente acaban de anunciar con la construcción de una nuevo Centro de Atención al migrante – CAMIG 2 y de otros comedores en San Victorino, en el centro de Bogotá.

Rubio Alexander, oriundo del estado Monagas “Estar en este país ha sido algo fuerte, pero todo bien. Me ha costado conseguir empleo digno, sobre todo en la estabilidad y falta de un pago justo para poder vivir aquí. He tocado muchas puertas, soy técnico en sonido, pero siento que me han frenado. Pienso que no debería ser así, porque si todos somos profesionales y tenemos aspiraciones, que sean justos a la hora de emplear. Con esta iniciativa de la iglesia, estoy sumamente agradecido, muy contento, gracias por el apoyo y el cariño brindado”.

Kaholy Fernández, oriunda del estado Barinas. “Me he sentido bien, pues llegué a casa de unos familiares, pero a la vez mal porque dejé a mi familia allá, especialmente a mi hijo que tuve que dejarlo allá, porque no sabía cómo iba a estar aquí. Llevo 2 meses aquí y no he podido encontrar trabajo, primero porque pedían el permiso especial de permanencia, ahora ni siquiera con ese permiso nos están dando trabajo, entonces eso ha sido muy fuerte. Esta iniciativa del día de hoy de la iglesia me ha parecido excelente, me encantó”.

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