Bernardo Claireau tiene bien claro que los derechos de los trabajadores no se negocian. Este sacerdote francés, de la Congregación de los Hijos de la Caridad, nacido en Le Mans, llegó hace 26 años a América Latina, distribuyendo 19 años en México y 7 años en Colombia. Él mismo explica: “Fui 15 años sacerdote obrero, sindicalista. Trabajé los tres turnos, era rectificador de cilindros, eso me ayudó mucho a conocer el pueblo, a apreciar el trabajo, la habilidad de los trabajadores, a dar valor al trabajo”.
El ahora sacerdote de la parroquia eclesial Nuestra Señora de los Lagos, ubicada en Lomas de la Instancia, Iztapalapa, Ciudad de México, acompañó la lucha sindical en Francia, todo eso le ha dado sensibilidad por el mundo del trabajo, en especial, por los obreros. Se quedó en las bases y encarnó entre los más humildes, en vez de teorizar sobre las luchas de clase y las desigualdades, prefirió ir a los hechos, los vive.
Reconoce en su gente actos de solidaridad, bien cuenta: “A una compañera de trabajo que tuvo que abandonar el puesto porque su hijo había tenido un accidente la despidieron de la fábrica. Al otro día, mientras buscaba trabajo, de lejos ve un tumulto, una señora estaba desmayada en medio de la calle, todos corren a ver. Cuando ella se acerca, auxilia a la señora, de hecho paga un taxi y se la lleva al hospital. La mujer que socorrió y ayudó en el momento era la supervisora de la fábrica que la había despedido el día anterior. La mujer dijo me necesita, no me importa, yo la ayudo apartando cualquier diferencia, ella es mi hermana en Dios, me necesita”.
Su vida, su mundo lo ha consagrado al trabajo manual, a ese tipo de trabajo por la que la sociedad siente menosprecio y a la que indefectiblemente le debe todo. Todo este contexto desde la perspectiva de los trabajadores, merece un análisis, más todavía de un personaje de la talla del Padre Claireau. “Muchas veces en las fábricas tan solo se enfocan en la producción, dice, no toman en cuenta otras aristas. Como cristianos, si somos cristianos en todos los aspectos de nuestra vida, hay que denunciar esta actitud, del trabajo que deshumaniza”.
¿Cuál es la realidad que viven los trabajadores en la región?
“Pienso que la explotación sigue siendo una constante, las condiciones laborales de muchos trabajadores de la región son precarias, incluyendo en muchas regiones donde el sueldo mínimo es insuficiente. Otro aspecto es la desventaja que tienen las mujeres frente a los hombres, a muchas las despiden por salir embarazadas. Asimismo el modus operandi de cambiar la personalidad jurídica de muchas empresas en cooperativas para evadir sus responsabilidades con los trabajadores, la cooperativa se convierte en una figura completamente falsa, tan solo para beneficio de quienes detentan el capital, mientras los trabajadores siguen en las mismas condiciones, sin posibilidad de organizarse en sindicatos que respondan a sus intereses de clase. Nada de derechos”.
¿Cuáles son los signos de los tiempos a los cuales responde el pueblo trabajador?
“La primera señal es que un trabajador se siente inferior a los encargados, a los que tienen responsabilidad. Desde el Evangelio, somos todos hijos e hijas de Dios. Además no se reconoce el valor del trabajo cotidiano; hay habilidades que un ingeniero no posee y que el maestro de obra sí. Te doy un ejemplo: cuando trabajé en Francia, un trabajador me dijo por qué estás aquí, tú estudiaste, te preparaste; yo le respondí por qué te sientes desvalorizado. Él era un operador de grúa, era un trabajo muy complejo, entonces yo le digo, mira, tú debes darle valor a tu trabajo, pues imagínate, cómo haces para operar esa grúa sin causar accidentes y todas esas maniobras. En verdad los signos de los tiempos están incididos por las técnicas y tecnologías, esto le ha restado valor a la inteligencia manual, hay personas que tienen en las manos un poder creador ingente, eso lo llamo la inteligencia del hacer; siento que las habilidades manuales perdieron importancia, son relegadas a un segundo plano, se consideran inferiores.
Otro aspecto es que la fuerza del trabajador está en la unidad, el pueblo unido tiene fuerza, pero no un poder; una fuerza para lograr la justicia, la solidaridad, lograr la defensa de su dignidad. Se considera más importante la producción que el mismo humano, los signos de los tiempos demandan más defensa por la dignidad humana, la humanización del trabajo. También hemos olvidado a los pobres, nuestra sociedad los excluye. Recordemos que Jesús fue carpintero, el hijo de Dios en ese oficio, por ello, es la más grande revolución social, que nuestro Dios se hizo humano como obrero. La civilización, el progreso actual, deshumaniza”.
¿Cómo ve los mensajes que el papa Francisco ha enviado al pueblo trabajador?
“Desde nuestra parroquia hemos hecho una exposición fotográfica de todos los lugares que el Papa visitó aquí en México. Él envía un mensaje claro, invita a la clase trabajadora a no conformarse; el Papa invita a la clase trabajadora a trabajar por sus hijos para prepararlos para el futuro, levantarse por su dignidad y la justicia. Yo guardo todas sus conferencias, si bien de memoria no puedo citarlo, pero creo que también Francisco nos hace una llamada a la humanización, a optar por los pobres, porque todos somos hijos e hijas de Dios. Debemos asumir con valentía la defensa del pequeño, cuando hacemos eso hay un poder que nos impulsa. A Cristo lo mataron por decir la verdad, eso nos hace sufrir su duda. El caso específico de México, todos sus sindicatos son patronales, utilizan sólo el término sindical como adorno. Por ello, de tanto ver injusticias en muchas partes del mundo, me he sentido comunista, aún cuando dentro del catolicismo sea una contradicción, de hecho, me han acusado que por mis luchas algunos pierden la fe; a este punto tan solo respondo, soy un sindicalista, mi ministerio radica en la dignidad de los trabajadores y garantizar sus condiciones laborales. Mis acciones y reacciones se las debo a la voluntad de Dios”.