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Ángel Morillo

Análisis de escenarios políticos en Latinoamérica


“Necesitamos abrir mayores instancias de formación, diálogo y concientización social”, Nicolás Panotto

Nicolás Panotto es un joven argentino que se pierde de vista por sus aportes al campo de la política, filosofía, ciencias sociales desde el enfoque teológico. Es fundador y director del Grupo de Estudios Multidisciplinarios sobre Religión e Incidencia Pública (GEMRIP) y coordinador de la consultora Servicios Pedagógicos y Teológicos (SPT). Además de ser licenciado en Teología, es magister en antropología social y política y cursa actualmente un doctorado en ciencias sociales

Nació en la ciudad de Esperanza, provincia de Santa Fe, Argentina. "Soy licenciado en teología por el IU ISEDET. Actualmente estoy finalizando mis estudios de maestría en antropología social y política, y el doctorado en ciencias sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Argentina", complementa Panotto.

Se ha dedicado asimismo a la investigación y docencia; en su haber hay varios libros, entre los que destacan Sendas Nómades (2012), Teología y Espacio Público (2015). Es miembro del Consejo Directivo de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), del directorio de Postcolonial Network, parte de la Comisión Teológica del Movimiento Juntos con la Niñez y la Juventud, y miembro de la Mesa de Diversidad Religiosa y Creencias del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI).

La ocasión fue precisa para hablar de Latinoamérica en especial de los nuevos aires que soplan en el continente, aires no precisamente de esperanza, sino de un panorama muy complejo desde lo económico. De allí que su opinión, justa y necesaria, llena de sabiduría y mucha asertividad.

Al hacer un click con su nombre en google saltan a la vista 2760 resultados en menos de un segundo. Es muy activo en las redes y sus escritos están a disposición de miles de lectores.

¿Cuál es su opinión con respecto a América Latina a raíz de la caída paulatina de Gobiernos progresistas? ¿Son signos estos de retroceso o del fracaso de quienes detentaron el poder? Explique

“El actual panorama muestra tres cosas: primero, que las dinámicas de identificación política por parte de la sociedad son mucho más complejas de lo que los gobiernos progresistas de esta última década estimaron; segundo, que dichos gobiernos cometieron muchos errores y cuyos cuestionamientos desestimaron, dando lugar a un “movimiento pendular” que trajo, nuevamente, modelos, imaginarios y prácticas de lo peor que hemos sufrido en nuestra región, como son las propuestas neoliberales; y tercero –como respuesta a lo anterior- se requiere de un profundo proceso de autocrítica por parte de los partidos salientes como de los movimientos sociales y agrupaciones vinculadas a estos procesos. El hermetismo y la victimización no ayudarán a cambiar lo mal hecho. Se requiere de un análisis profundo y sincero hacia la conformación de un nuevo espacio de articulación entre instancias alternativas y opositoras.

Profundizando un poco más lo dicho, creo que los gobiernos progresistas emergentes en esta última década y media obtuvieron una amplia articulación con diversos movimientos sociales, discursos reivindicatorios, demandas sociales y organizaciones políticas, con lo que lograron construir una plataforma socio-política y cultural de gran alcance. Pero al pasar el tiempo dentro de las estructuras de poder, no lograron profundizar lo suficiente en la construcción de nuevos imaginarios que permearan en la sociedad de forma más amplia, la cual representa un espacio muy complejo, de entrecruces ideológicos sumamente heterogéneos, donde el simple discurso “militante” en relación a una fuerza política específica no es suficiente.

La reacción frente a esta “clausura identitaria” en la articulación política por parte de estos gobiernos se vio aún más agravada por la incontrolable maquinaria burocrático-estatal que crearon para sostenerla. Ello dio lugar a la histórica falacia neoliberal sobre la ineficacia del Estado y su inherente constitución corrupta, lo cual permitió la llegada de una serie de políticas económicas que tienden a vaciar por completo las necesarias estructuras estatales, destruir las políticas públicas alcanzadas y fomentar la tan dañina “política del derrame”, que empodera a los sectores más poderosos en pos de un supuesto mejoramiento del resto”.

¿Por qué cree que la vuelta de gobiernos de corte neoliberal es un grave signo de crisis?

“Ante todo, creo que las políticas neoliberales tienen que ver, por sobre todo, con una forma de comprender la realidad. Por ende, implica una opción, una cosmovisión socio-cultural. El neoliberalismo se basa en una visión egoísta de la libertad del individuo consumidor, carente de todo sentido de comunidad y bienestar comunitario. Más aún, el supuesto progreso social se sostiene en el progreso personal. Todo tipo de “freno” a la acción individual o particular es vista como violencia hacia dicha libertad. Es aquí donde ingresa el imaginario sobre el Estado como una estructura inútil, que sólo genera gastos y que cercena la libre acción. Esto lo hemos escuchado en boca de muchos de los políticos en el poder hoy.

Vale decir que esto no es más que una falacia. Las mismas políticas neoliberales necesitan del control del Estado, precisamente para abrir las fronteras de protección, facilitar la acción de quienes pueden moverse con libertad (o sea, quienes poseen los recursos), palear las consecuencias sociales de políticas antipopulares, actuar como fuerza coercitiva para mantener el control policial (no por nada en este tipo de gobiernos las políticas de seguridad suelen volverse represivas) y, lo que es peor, ser chivo expiatorio de todas las consecuencias negativas de la acción de quienes controlan las dinámicas político-económicas; en otras palabras, el Estado debe estar ausente y dejar lugar a que los sectores que manejan la economía se muevan sin restricción, pero cuando todo se descontrola a nivel social –desempleo, crecimiento de la pobreza, inflación, crisis, etc.- la institución culpable es el Estado, no los empresarios, las familias poderosas, las multinacionales que llegan a vaciar las economías locales y regionales, etc.

En resumen, las políticas neoliberales, más allá de cambiar ciertos indicadores económicos, nunca pueden ser consideradas como formas de gobiernos que busquen un sentido de comunidad e igualdad, o que logren el bienestar de toda la población. El neoliberalismo se funda en la profundización de las brechas entre quienes tienen el poder económico y quienes lo carecen; más aún, son dos caras funcionales de la misma moneda. Todo esto se fundamenta en una serie de imaginarios sociales, como la criminalización de la pobreza, la naturalización de las jerarquizaciones sociales, la necesidad de la violencia para el control social, la intervención mesiánica de fuerzas exógenas, entre otros”.

¿Cuál sería entonces el camino, la opción para nuestros pueblos?

“De lo mucho que podríamos hablar sobre posibles caminos alternativos, considero dos elementos centrales. Primero, necesitamos un concepto más amplio de la dimensión política inscripta en los procesos sociales y los modos de identificación de la ciudadanía. Con respecto a esto último, a veces caemos en esa visión racionalista y esencialista de que las opciones políticas se hacen de manera consciente y racional, y que todo tiene que ver con un convencimiento ideológico, comprendido como sistema homogéneo y unívoco; o sea, que las personas y las comunidades asumen opciones clausuradas de sentido –como ser de izquierda o derecha, peronista o gorila, chavista o anti-pueblo, etc. Pero la situación es mucho más compleja. Los individuos y los grupos hacen elecciones desde la confluencia de una cantidad de variantes, que hasta pueden ser contradictorias y distan de un ejercicio de reflexión y consciencia en torno a un andamiaje ideológico a priori. Las elecciones no sólo parten de opciones ideológicas sino también de demandas especificas, necesidades, coyunturas históricas, vivencias personales, prejuicios socio-culturales, entre muchos elementos más.

Por ello, considero que necesitamos abrir mayores instancias de formación, diálogo y concientización social, donde todos estos elementos sean puestos sobre la mesa para su discusión. Espacios donde se debatan perspectivas sociales, se discutan prejuicios socio-culturales, se capacite sobre los diversos modelos sociales y económicos vigentes, etc. En resumen, creo que hay que trabajar en habilitar instancias de formación social, donde la ciudadanía identifique y empodere la dimensión política de sus cosmovisiones, prácticas y discursos cotidianos. Esto es aun más urgente frente a la bandera levantada por los actuales gobiernos neoliberales sobre la muerte de las ideologías y el “vaciamiento de la política” a través del discurso de “la verdad”, “lo práctico”, “el buen vecino”, etc., todas ellas concepciones que se presentan como marcos sin intencionalidad ni sentido político.

El segundo elemento que creo importante considerar es la construcción de una nueva noción de Estado, tanto a nivel conceptual como desde su puesta en práctica. En las últimas décadas la institución del Estado parece moverse entre prácticas totalitarias (dictaduras militares), como espacio de legitimación de los grupos de poder económico y como estructuras asistencialistas. Obviamente han habido muchos matices, y creo que tenemos claros y positivos ejemplos en los gobiernos de la última década.

Pero aún requerimos profundizar en una visión donde el Estado sea un espacio realmente plural, convocante de todo tipo de visiones socio-políticas, donde el conflicto para alcanzar consensos no sea visto como una violación a la unidad como noción naife o como amenaza política al gobierno de turno, sino como el litigio necesario para enriquecer la diversidad, donde la necesaria regulación de la economía no sea vista como una práctica intervencionista o proteccionista, y donde se comprenda la necesidad de un espacio comprometido que intervenga en el desarrollo de prácticas de mayor justicia e igualdad, donde la pobreza es uno de los mayores males por los cuales luchar. Esto requiere no sólo de un cambio de prácticas concretas sino principalmente de imaginarios culturales –los cuales se encuentran en todos los grupos sociales-, que muchas veces legitiman una visión prejuiciada del rol del Estado y de las necesarias medidas de protección y desarrollo social”.

¿Cómo ve la situación de Brasil y Venezuela ante una inminente caída de sus gobiernos tan afines en lo político, conseguirán una solución o será peor el remedio que la enfermedad?

“La crisis de ambos países es innegable, como también la responsabilidad que tienen sus actuales gobiernos en haber llegado a este punto. Pero nada de ello justifica los tipos de acción e intervención antidemocrática que se están desarrollando en ambos casos. Muchos dicen que los procesos son “legales”. Pero la legalidad no significa que sea democrático.

Ambos gobiernos llegaron al poder con amplia aprobación ciudadana. Si deben finalizar su poder, debe ser en manos del mismo pueblo. Los procesos de destitución que se están desarrollando son una clara muestra de oportunismos por parte de sectores históricos, cuya única preocupación dista de ser la situación de la sociedad en general sino tomar el poder. Esto queda evidenciado en el tipo de política neoliberal que están proponiendo como alternativa. Si tan preocupados están por la mejoría del pueblo, entonces que asuman un rol protagónico en el trabajo conjuntamente con las fuerzas en el gobierno, y no en buscar todo tipo de vericueto ilegal para lograr una destitución. Se tiende a naturalizar estas acciones como “inevitables”, cuando ello no es así.

Esto no significa exonerar a los actuales gobiernos y sus errores, sino plantear que dichas circunstancias no justifican bajo ningún motivo acciones antidemocráticas, como las que se están desarrollando. Además, vale la sospecha sobre la intervención de tantos organismos, partidos, personas y discursos que -¡oh casualidad!- hoy se ubican como paladines defensores de la justicia y la democracia, mientras que en circunstancias mucho peores guardaron silencio, y hasta justificaron a los actores en juego”.

¿Por qué tan acre con el actual gobierno argentino o aplica ese refrán que los pueblos tienen los gobernantes que merecen?

“La situación en Argentina es compleja, y demuestra lo que dije anteriormente en torno al panorama heterogéneo sobre las identificaciones políticas de la sociedad y las consecuencias de la acción del kirchnerismo, que perdió la posibilidad de hacer ajustes y cambios a tiempo –a pesar de las grandes demandas sociales al respecto- y la mala administración de la estructura estatal en algunas áreas sensibles, lo cual provocó rechazos y críticas de un no menor sector de la ciudadanía. El actual gobierno es la representación de intereses de muchos grupos y ciudadanos/as, cuyo apoyo se sostiene por la convergencia de muchos elementos, no sólo por el convencimiento en torno a su propuesta política. Más bien, diría que ese elemento es minoritario. El apoyo proviene más bien de una gran cantidad de demandas que este gobierno prometió atender, como también de un claro rechazo con el gobierno anterior por parte de un sector importante de la ciudadanía.

Hasta ahora los ajustes han sido muy drásticos, y se intenta legitimarlos como consecuencia inevitable de la “herencia”, como viven repitiendo desde el oficialismo y sus allegados. Aunque mucho de ello es verdad, lejos está de ser la fuente y justificación de lo que el gobierno está haciendo. No por nada las primeras consecuencias de las políticas asumidas han beneficiado a los grandes grupos de poder económico, mientras las consecuencias negativas las han cargado los sectores medios y bajos, el sector público y las Pymes.

Lo que está sucediendo no es una secuela inevitable, como se desea presentarlo. Esa es la excusa del actual gobierno, que constantemente acusa al “populismo” como pretexto para no reconocer su propia opción y las consecuencias de su propuesta. Esta simple realidad del mejoramiento de los sectores mas ricos y el creciente empobrecimiento de los sectores con menos poder, es una clara muestra de la aplicación de un tipo de política, no de un desenlace ineludible”.

¿Desde el GEMRIP cuáles son sus propuestas a mediano plazo para mediar en estas crisis?

“En GEMRIP creemos que debemos actuar de dos maneras. Primero, en ser un espacio lo más plural posible, donde se imprima un espacio de diálogo y encuentro entre diversos puntos de vista políticos, sociales, culturales y religiosos. Por ello, convocamos hombres y mujeres de diversos países, disciplinas, creencias opiniones socio-políticos, para analizar las distintas coyunturas sociales y religiosas dentro de la región. Esto se refleja tanto en nuestro centro de estudios y su propuesta pedagógica, en los tipos de publicación que tenemos (revista “Horizontes Decoloniales” y “Religión e Incidencia Pública”), donde queremos habilitar la combinación instancias de concientización amplias como también de profundización académica, como también en el nuevo Observatorio sobre Religión y Asuntos Públicos en América Latina que acabamos de abrir, con un grupo de personas de diversos países de la región, que nos traen información sobre lo que sucede en sus países en torno a la relación sobre religiones y política.

En segundo lugar, en línea con lo dicho anteriormente, creemos que la formación es elemental para construir instancias de concientización crítica y heterogénea. Y aquí vale enfatizar en dos aspectos. En primer lugar, GEMRIP opta por abordar temáticas que no suelen formar parte de los programas de educación tradicional, sea en el campo teológico-religioso como socio-político y filosófico. Intentamos hacer de la confluencia interdisciplinaria nuestro punto de partida, como también llevar a cabo una “opción decolonial” en nuestra currícula, que promueva la existencia de otros saberes y epistemologías. En segundo lugar, creemos en la dimensión política en todos los abordajes que desarrollamos: desde el estudio de temas teológicos elementales hasta el diálogo en torno a cuestiones de género, pluralismo religioso, etc.

Todo esto se inscribe en una comprensión donde cada una de nuestras actividades es entendida como intrínsecamente política: desde los espacios dialógicos en nuestras aulas virtuales hasta las publicaciones de una diversidad de actores sociales y académicos, fomentan nuevos imaginarios y sentidos sociales. Esto representa en sí misma una praxis política”.

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