Nos encontramos reunidos esta tarde y en este hermoso lugar, para sumarnos a una iniciativa global, para celebrar la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Hoy nos congregamos hermanos de distintas tradiciones cristianas junto a gentes de buena voluntad, para orar en acción de gracias, por las maravillas que Dios nos ha dejado en heredad, a través de su Creación. Una inmensa biodiversidad que expresa de forma velada la gran sabiduría del Creador y la necesidad que tenemos de estudiarla y gestionarla para que aumente su riqueza y sirva al Bien Común de las generaciones actuales y venideras, y para dar a Dios la gloria que le es debida.
Pero también nos reunimos para reconocer, junto a la mayoría de la comunidad científica internacional, que nuestro planeta está siendo sometido a un cambio climático sin precedentes causado por la intervención del ser humano, que está poniendo en serio peligro los ecosistemas y causando la destrucción del legado de Dios: su presencia y su sabiduría manifestada en la biodiversidad. Al mismo tiempo, se nos conmueven las entrañas ante el sufrimiento de tantos millones de hermanos nuestros que soportan exclusión, miseria, hambre y violencia de todo tipo, muchas veces por guerras para obtener y monopolizar recursos naturales o por desastres naturales, frutos del cambio climático. Nos duele como propio este sufrimiento, pues nos sabemos hermanados con todas las personas y criaturas, como miembros de una misma Creación, del designio de Dios para la humanidad. Como creyentes, reconocemos que este crimen contra la naturaleza y contra nuestros hermanos es un despropósito ante nuestra propia dignidad humana y un pecado contra Dios.