Más allá de los escándalos financieros o de la imagen próspera que muchos tienen de Panamá, en los últimos años desde diversas tribunas de la sociedad se han venido denunciando situaciones complejas en el ámbito de la salud pública, al punto de advertir de una profunda crisis.
Por ejemplo el periodista Gilberto Soto, del periódico Panamá América, ha descrito el sistema de salud pública en Panamá con diagnóstico reservado, esto en razón de que 8 meses es el tiempo estimado para levantar una evaluación de la salud, se prolonga la construcción de nuevos centros hospitalarios, sin sumar el reporte oficial el cual indica que en el país existen 841 centros de atención pública, de los cuales 61 son hospitales de primer, segundo y tercer nivel, donde el déficit de médicos, medicamentos e insumos pareciera hasta endémico.
Para constatar toda esta grave situación, fue justo y necesario buscar la opinión del padre Marlo Verar Hernández, del Equipo asesor de Pastoral de la Salud en Panamá, quien desde hace 17 años acompaña al equipo promotor latinoamericano del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano.
El padre Verar comparte la misma preocupación de muchos panameños, pues además de los problemas antes descritos se suma otro, el acceso a los medicamentos; para ello hace un balance de la situación de salud en Panamá.
¿Cómo está el trabajo de Pastoral de la Salud en Panamá?
“En Panamá aplicamos los tres principios de nuestra guía de la Pastoral, la cual tiene tres dimensiones la solidaria, la comunitaria y la político-institucional. Desde la primera dimensión, la solidaria, hacemos acompañamiento al enfermo y su familia, todo el entorno que lo rodea; asimismo todo lo que tiene que ver con educación con promoción de la salud lo estamos impulsando desde la dimensión comunitaria y, por último, desde lo político-institucional estamos muy pendientes de estar en esos espacios donde se toman las grandes decisiones sobre políticas de salud.
En Panamá tenemos un bonito ejemplo en el aspecto político-institucional y sobre todo el conocimiento de los estamentos de salud en nuestro país, incluso muchos regentes importantes en materia de salud panameña han participado en diferentes encuentros que hemos convocado. Inclusive hemos incidido sobre un decreto del Gobierno en el tema de atención integral, donde desde nuestra realidad hemos trabajado en conjunto, dándole a los tomadores de decisiones, a los que tienen una responsabilidad gubernamental, una visión del enfermo de una forma más integral y las situaciones que pueden afectarlos”.
¿Cómo está el acceso a la salud en Panamá?
“El tema de salud es crucial siempre en todos los países, en Panamá ahora mismo hay un problema de suministro de medicamentos, es lo que está más latente como problema, porque el acceso a los medicamentos es algo muy complejo, pues en este ámbito se manejan muchos intereses, en especial los intereses económicos.
El mismo Gobierno en sí tiene esta gran limitante de dar medicamentos al pueblo. Esto genera una serie de tensiones en el mismo seno del Gobierno, donde acusaciones vienen y van, donde la culpa es la Contraloría, o del Ministerio de la Salud, de las casas distribuidoras.
Los procesos burocráticos inciden también mucho. Y creo que se está haciendo un esfuerzo desde distintas partes para solucionar esto, pero pero sigue latente esta situación con el acceso a los medicamentos sobre todo con pacientes que no pueden esperar por medicamentos, especialmente pacientes con insuficiencia renal, con cáncer”.
En este sentido cómo ha encarado la Iglesia estos problemas
“Como iglesia tratamos siempre de acompañar en estas situaciones, pero siempre creo que nos faltará más estar en estas situaciones, Hace años en Panamá se vivió una situación de un medicamento (el dietilenglicol) que a la postre se convirtió en un problema de salud pública (en el año 2006), en el momento fue algo venenoso y esto fue un hito que marcó la salud en Panamá hace unos pocos años.
El punto es que también los laicos y agentes de pastoral de salud se conviertan también en voz profética, porque no es solamente tarea de los sacerdotes y obispos, necesitamos que en esos ambientes haya gente que se comprometa también a acompañar al pueblo”.