El padre Gustavo Gutiérrez no necesita de muchas presentaciones, quienes están en el mundo de las iglesias conocen al dedillo sus aportes para la construcción de la teología de la liberación. Además de sus importantes contribuciones al contexto teológico latinoamericanista y trabajo pastoral es profesor emérito de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Es, asimismo, fundador del Instituto Bartolomé de las Casas, con sede en Lima y el Cuzco.
Sus propuestas teológicas se centran en la relación entre salvación, liberación y desarrollo, y en la opción preferencial por el pobre, por lo cual en no pocas ocasiones lo han acusado de comunista, marxista y alejado de la ortodoxia, sin embargo, el tiempo le dio la razón y la Santa Sede en el año 2004 dio por finalizado este asunto al punto de ser recibido tanto el papa Benedicto XVI como el papa Francisco, incluso el mismo Papa Francisco le prologó su último libro “Pobre para los pobres”, que co-publicó en 2015 con el cardenal Gerhard Ludwig Müller.
A esto habría que sumarle que ha sido merecedor de varios galardones, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades (2003) y Premio Nacional de Cultura (2012) concedido por el Ministerio de Cultura del Perú. Por supuesto, fue un invitado de honor en encuentro de Directivos CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) con Secretarios Generales de las Conferencias Episcopales de 22 países de América Latina y el Caribe, realizado en Bogotá durante la segunda semana de marzo, cuyo eje temático central fue “Una Iglesia en salida, pobre para los pobres”. Allí fue ponente.
El padre Gutiérrez, durante su disertación, ante arzobispos de Latinoamérica, abordó el tema de la pobreza desde tres miradas: Una pobreza real, pobreza espiritual y pobreza voluntaria.
En el primer caso, es la pobreza de condiciones materiales y de falta de acceso a lo básico para tener una vida digna, como consecuencia de esto, hay quienes ante el dolor de los hermanos se hacen solidarios con los pobres reales, no se trata de espiritualizar la pobreza como tal, sino de ser un discípulo del camino de Jesús, este tipo de pobreza es la espiritual. Por ende esta actitud frente a la vida, que lleva a conocer la pobreza real y a rechazarla, viviendo la pobreza espiritual, la denominó como pobreza voluntaria.
¿Qué implica ser una iglesia pobre para los pobres?
“Creo que refleja mucho el mensaje cristiano, en el que ha insistido tanto el Papa Francisco. Creo que es un gran llamado a considerar que esa la población que llamamos los Pobres puedan encontrar un camino para ser reconocidos en toda su dignidad humana. Es eso fundamentalmente”.
Está usted de acuerdo con la afirmación de Aparecida de que la opción por los pobres la Iglesia se juega su fidelidad por Jesús
“Claro, convencido y además ya en se Aparecida dice que en la opción preferencial por el pobre caracteriza la realidad de la Iglesia latinoamericana y creo que es verdad, y desde Medellín comenzó esta afirmación de cercanía al mundo de la pobreza”.
¿Qué implica optar por lo pobres?
“Es una cuestión que si somos cristianos, discípulos de Jesús, seguidores de él, es eso, es en realidad continuar ese seguimiento y continuar ese modelo que fue Jesús. Por ejemplo, es un escándalo inmenso que en un continente como América bautizado por lo menos cristiano haya tantos pobres, eso es un escándalo y estamos tan acostumbrados a eso que ni siquiera lo notamos”.
¿Qué papel tienen en la actualidad la teología de la liberación?
“La teología de la liberación nació hace mucho tiempo hace como casi 50 años y simplemente recogió elementos del Concilio Vaticano II al que aportó tanto el Papa Juan XXIII, quien señaló aquello de la iglesia de los pobres y creo que esto ha ayudado a los cristianos a comprender que la solidaridad con el pobre es un deber de los más profundos, de los más hondos, que puede tener un cristiano; pero también hay otras maneras de llegar a esas metas sin pasar por la teología de la liberación naturalmente”.