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Con obras de misericordia para musulmanes


Hugo Fabian Alamís es un sacerdote argentino de la Congregación del Verbo Encarnado, misionero en Medio Oriente, actualmente trabaja en Jordania, ubicada entre Israel y Palestina, al este está Irak, al norte Siria y al sur Arabia Saudita. Allí decidió crecer en vocación, servir a los más necesitados, en especial a los habitantes de calle, a través de lo que ha denominado la Pastoral de Calle. En líneas generales es un cristiano que hace obras de misericordia a los musulmanes, por supuesto, en una ciudad de 20 mil personas, donde sólo 600 son cristianos, esta tarea se vuelve ardua más aún cuando las diferencias religiosas pueden ser obstáculos a superar.

En esa zona trabaja el área social especialmente en salas de rehabilitación para niños con discapacidades ya que “En esos países se desestiman mucho estos casos, es más, muchos padres los esconden porque socialmente significa una vergüenza tener un niño en esa condición dentro de la familia”, explica.

En su “Pastoral de la calle” atiende 3 hogares para niños huérfanos o con problemas familiares muy severos y apoya también la pastoral carcelaria. Estar en esa parte del mundo, le ha cambiado la vida, él mismo recuerda que estando chico, en el colegio, muchas veces se preguntaba junto a otros compañeros que porque el Vaticano con tantas riquezas no hacía mucho por los pobres y sin embargo cuando llegó a estos países como Egipto, Siria, Irak, “Pude constatar cómo la Iglesia Católica llega a todos sin distinción, por supuesto, sin tanta parafernalia, ni por publicidad, sino allí bajo perfil, pero haciendo un trabajo consistente y de impacto”

En la zona donde está es una zona muy conflictiva, si bien es un país muy pequeño cuenta con una cifra de 40% de migrantes tanto de Irak como de Siria. Su trabajo, en primer lugar, ha sido un trabajo parroquial como cualquier otra en el mundo, pero “también tenemos una escuelita para cristianos y musulmanes y hemos también dedicado a la atención de un santuario mariano con el apoyo del obispo de Jerusalén”.

“En nuestros colegios aceptamos a musulmanes, sabiendo además que la educación es muy costosa en estos lugares, donde la gente no puede pagar, es allí donde la Iglesia esta subvencionando, está dando una mano, y por supuesto lo que nos compete a nosotros son las obras de caridad, no es fácil, porque en más de las veces se trata de un apostolado de presencia, es decir, estar allí y no esperar a ver de una vez frutos, te vas de allí, sin ninguna posibilidad de encontrar nuevas vocaciones para tu congregación. De hecho puedes pasar años teniendo a las mismas personas asistiendo a la Iglesia”, añade.

Con todo y estos alcances, el mayor obstáculo ha sido la intolerancia religiosa, cuenta: “No podemos hacer procesiones o manifestaciones religiosas en algunos lugares, incluso usar nuestros signos, tampoco al visitar a los convictos en las presiones no podemos darles material cristiano.

¿Entonces no pueden celebrar Misa en la cárcel?

“No podemos celebrar misa en las cárceles de Jordania, ni llevar la comunión. Es algo muy triste y llevamos años pidiendo este permiso a las autoridades y todavía no lo hemos logrado. Así que te puedes imaginar cómo es la situación tan dispar a la de nuestros países”.

El hecho poder practicar la religión libremente en nuestra América Latina es una gracia, “Es una gracia el sólo hecho de pertenecer a una familia que es cristiana; al contrario, en estos países donde desarrollo mi trabajo no se puede, no gozas de esa libertad de culto, de practicar lo que yo decida, libremente”.

¿Al ser latinoamericano, cómo se siente en una cultura tan diferente?

“Me siento en primer lugar, favorecido, porque es una experiencia muy bonita para aprender. No olvides que los Papas anteriores, especialmente, Juan Pablo II, pedía a Latinoamérica, evangelizar a Europa, darles una mano porque allí se estaba perdiendo la fe. Y yo creo que por el hecho de estar trabajando cerca de la zona donde vivió Jesús, es una gracia, saber que de esos lugares salieron los primeros cristianos. De ahí surgió incluso la fe, la fe de las tres grandes religiones monoteístas: la judía, la islámica y la cristiana. En este lugar hay mucho que aprender, es una sociedad con valores distintos, pero muy lindos también y con otros valores donde trato de interpretar constantemente el mensaje cristiano”.

¿Cuál es la realidad de los cristianos en Jordania?

“En primer lugar es un país musulmán, con leyes fundamentadas en el Islam. Los cristianos somos minoría, apenas un 2,5 % de la población es cristiana, distribuidas entre iglesias orientales, iglesias ortodoxas y la iglesia católica tal como la conocemos en occidente. No hay persecuciones en Jordania, pero sí las hay en Irak y en Siria, la situación en estos dos países en muy crítica, pero sí hay discriminación, es decir, como cristiano no puedes ocupar puestos importantes en universidades o escuelas; al que se le toma el pelo es al cristiano, hay como una presión social a aquellos que no profesan el Islam

¿Qué hacen con las personas de la calle?

“Nuestro trabajo con las personas de calle, especialmente cristianos es ayudarlos a encontrar la posibilidad de una nueva vida, eso es fundamental. Estamos en una sociedad muy rígida muy dura, donde juzgar es muy fácil y los niños y mujeres son los más vulnerables. Y no es fácil encontrar a alguien que los ayude y precisamente ese es nuestro trabajo, creando fuentes de empleo para ellos, posibilidades de una vida digna, hacerlos sentir como lo que son: amados por Dios”.

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