“Para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1)
Alzamos la voz en defensa de la dignidad de la persona humana y sus derechos, vilmente violados por el régimen que actualmente gobierna a nuestra amada Venezuela. Valoramos la imagen cristiana de la persona humana y su más alta dignidad, desde el misterio del Dios revelado por Cristo crucificado y resucitado.
La libertad es un don de Dios, pues, “para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1). Pero, también es una tarea, una vocación. Estamos llamados a ser libres. Por eso, se protesta, para defender la dignidad de ser libres. La persona humano no puede vivir dignamente en un sistema opresor. Como lo enseña la Iglesia, “la libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tenemos todos para disponer de nosotros mismos a fin de ir construyendo una comunión y una participación que han de plasmarse en realidades definitivas, sobre tres planos inseparables: la relación del hombre con el mundo, como señor; con las personas, como hermanos y con Dios, como hijos” (Puebla 322).
Por eso es moralmente inaceptable la situación de injusticia que impone el régimen empobreciendo al venezolano, haciendo difícil que la persona humana llegue al sentido de responsabilidad comunitaria y sea consciente de su dignidad. Se le niega su libertad cuando se sumerge en una extrema necesidad, despojándolo de los alimentos y medicinas, de los servicios básicos, de la educación de calidad, de una asistencia social eficiente, de seguridad jurídica y social.
Una sociedad libre y justa no se construye con presos políticos, con fuerzas de poder que disparan contra el pueblo, irrespetando la voluntad popular, confiscando los poderes que deben ser independientes, impidiendo el voto libre y confiable, destruyendo el aparato productivo y aplicando políticas de hambruna para los venezolanos, con odio de clase y armando a civiles para matar a sus propios hermanos.
No, una sociedad libre y justa, no deja morir a los enfermos, ni ancianos y niños sin alimentos y servicios adecuados. No deja corromper a los cuerpos policiales ni militares, mientras los delincuentes roban, violan y asesinan.
Alzamos la voz con la de los millones de hermanos venezolanos que no son indiferentes, que piden el sagrado derecho de ser libres. Pero, le exigimos que no caigan en la tentación de la violencia que resta credibilidad a la causa por la que luchamos. Igualmente, denunciamos la represión cruel que se ha aplicado como respuesta a peticiones populares justas.
En la academia, desde donde alzamos nuestra voz, nos sentimos obligados a la solidaridad, a unir nuestros esfuerzos en la recuperación de la libertad y la democracia para Venezuela.
Nos basamos en los principios y valores de la vida social que, con el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, el Magisterio Eclesial nos enseña. Entre otros, la participación ciudadana que “no puede ser delimitada o restringida a algún contenido particular de la vida social, dada su importancia para el crecimiento, sobre todo humano, en ámbitos como el mundo del trabajo y de las actividades económicas en sus dinámicas internas, la información y la cultura y, muy especialmente, la vida social y política hasta los niveles más altos, como son aquellos de los que depende la colaboración de todos los pueblos en la edificación de una comunidad internacional solidaria” (Compendio 189). Igualmente, “la participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia (Compendio 190).
Entre los valores de la vida social, destacamos los más destruidos por el régimen que nos gobierna, el de la libertad y el de la justicia. En cuanto al primero, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia cita textualmente el Catecismo: “La libertad se ejercita en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona humana, creada a imagen de Dios, tiene el derecho natural de ser reconocida como un ser libre y responsable. Todo hombre debe prestar a cada cual el respeto al que éste tiene derecho. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona humana” (Compendio 199).
Ciertamente, la miseria del pueblo venezolano es una situación de injusticia que clama al cielo. Es, sin dudas, contraria a la voluntad de Dios y a la ley natural. Por tanto, desde la fe cristiana, la calificamos como pecado social. Como lo advierten los pastores latinoamericanos en 1968, en el documento de la Conferencia de Medellín, “el amor, la ley fundamental de la perfección humana, por lo tanto de la transformación del mundo, no es solamente el mandamiento supremo del Señor, es también el dinamismo que debe mover a los cristianos a realizar la justicia en el mundo, teniendo como fundamento la verdad y como signo la libertad” (Medellín, Justicia 4).
Hermanos venezolanos, no perdamos el objetivo de nuestra lucha: la conquista de la libertad y la democracia en Venezuela. “Para ser libres nos ha liberado Cristo” (Gálatas 5,1).
*Director del Centro de Estudios de Doctrina y Praxis Social de la Iglesia, de la Universidad Católica Cecilio Acosta