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Hogar San José: Un espacio con calor humano


Bajo la premisa de ser un espacio con calor humano para brindar a las residentes una vejez plena de amor, respeto, tranquilidad y armonía, el Hogar San José de las hermanas de San Juan Evangelista, fundado el 19 de marzo de 1942 por el padre El padre Jorge Murcia, tiene 75 años siendo un lugar de acogidas mujeres que en la etapa cumbre de sus vidas, en sus juventudes acumuladas, deciden compartir la vida explotando sus talentos, compartiendo la alegría, en un conjunto de actividades lúdicas, culturales y sacramentales que convierten a este espacio no en un ancianato o asilo común, sino en la posibilidad de un sistema de vida comunitario en la edad más hermosa de la vida, donde indefectiblemente todos llegaremos.

No hay una cifra exacta de cuantas mujeres han pasado, explica la hermana Nelly Martínez Quintero, una de las Juanistas que ya ha estado nada menos que 5 veces trabajando en el hogar, la primera vez que llegó fue en 1979. Ella misma comenta que “Hay una cola enorme de personas pidiendo cupo, como una forma de ingreso se pide la hoja de vida, certificados médicos y recomendaciones, se reciben a las señoras y están tres meses en período de prueba pues el sistema es de vida comunitaria y no todo el mundo se adapta, por eso, se distingue del hogar geriátrico por el espíritu de familia”.

La hermana Nelly cuenta pasados 10 años de la fundación de la Congregación el Padre Murcia comenzó la obra en la carrera séptima frente a la Casa de Nariño, “Allí tenían una casa grande y allá recibieron a las primeras mujeres, luego Sor Margarita Cortés tomó las riendas del hogar y pensando en el futuro del hogar decide comenzar a ampliar la casa, consiguió material y personas que le ayudaran”.

Su génesis es digno de una crónica al mejor estilo del Gabo, pues para generar los recursos de construcción, la hermana Margarita comenzó vendiendo chocolate Santafereño, las tómbolas en las ferias, serenatas, rifas para recoger fondos. “Murió hace veinte años y fue muy duro para la comunidad porque tenía mucha gente fue una profeta”, recuerda con nostalgia la hermana Nelly.

El día a día en la casa

Las señoras que así quieran entran y salen, hacen una vida normal. Unas visitan a sus familiares, otras prefieren ir a centros comerciales, otras en grupo salen a caminar para sentirse activas, pues actualmente el lugar se ubica en la calle 41 con carrera 8 de Bogotá, una zona bastante concurrida.

No obstante, están las reglas que todas deben cumplir, la misma hermana Nelly asegura que “Sí existe una disciplina, por ejemplo, el desayuno es a las ocho, el almuerzo a las doce y media y la cena a las cinco, todas deben estar a la hora. Si quieren salir pueden hacerlo pero tienen que avisar en la portería las horas de regreso para tener control”.

Participan de la eucaristía, tienen a un sacerdote para asistirlas espiritualmente, profesores de gimnasios, juegos, bailes, música, cada trimestre se les celebran los cumpleaños, siempre les brindan ese espíritu de familia alegre. “Buscan refugio en nosotras y se abren como un abanico y nos cuentan sus problemas, lo único que nos hace falta es darles la bendición de la confesión. Cuando se enferman se llama a la familia para que haga los arreglos con la EPS (Entidad Prestadora de Salud), por el contrario, si son solas tenemos tres enfermeras de planta en la mañana y en la noche y ellas las llevan o se llama al médico”, explica la hermana Martínez.

En sus años de servicio en esta institución, la hermana Nelly expresa: “Me impacta el último momento de la vida de las señoras, saber que uno se las entrega al señor con confesión, con los santos óleos, porque mueren en paz, con tranquilidad; hay gente que ha venido aquí y dice esta es mi casa y de aquí para el cementerio, y eso es gratificante saber que está de parte de uno que una de esas mujeres, no quede por allá debajo de un puente sin alguien que las ayude, entonces esto me ha permitido mirar mi vejez porque yo tengo 85 años y por lo menos tengo mi vida comunitaria, tengo a las hermanas y no me imagino sola”.

Me siento feliz cuando…

Y la frases que leemos en la cartelera de entrada comienzan en “Cuando puedo colaborar, explotar mis talentos, participo de las actividades, me tienen en cuenta, organizo la sacristía, entre muchas”, tal cual rosario. Son diversas y muchas las formas que cada una de estas mujeres organiza su vida, incluso hasta una de ellas es la jardinera oficial del hogar, mientras que otras se dedican al tejido, a la costura, a los juegos de mesa, organizar eucaristías, en fin, estar activas es una la consigna, no hay duda de su espíritu joven.

A continuación sus testimonios e historias de vidas, mujeres que en comunidad se sienten familia, se hacen dulce compañía. El padre Murcia sigue recogiendo frutos de esta cosecha, su legado sigue vivo. Son historias que hoy comparten, muchas confiesan, es un horizonte variopinto, el lienzo lo pinta Dios.

“Las señoras tienen su libertad”, Cecilia Botero, hermana Juanista, 5 años en el hogar

“Me parece una obra muy linda, porque a diferencia de los hogares convencionales, las señoras tienen su libertad, tienen su propia alcoba, existe un ambiente de mucha familiaridad es como una familia grande donde todas nos queremos, hay alegría, hermandad, paz donde reina el amor entre todas las personas que aquí vivimos. Yo le doy muchas gracias a Dios porque el ambiente habla de la presencia de Dios de la bondad de la vida, habla de las experiencias de mujeres que en algunos casos han tenido dificultades pero esas son las cosas que nos enriquecen”.

“Yo crie a mis hijos a punta de máquina”, Amparo Gallegos, 7 meses en el hogar

“Producto de esos arranques que le dan a uno, me puse a buscar y lo encontré. Vine aquí hace dos años y no había la pieza que yo quería, seguí buscando en otros lados pero no encontraba, hasta que después de dos años estaba la pieza disponible y me vine, llamé a mis hijos para que me ayudaran con lo que piden los papeles, cuando tuve todo listo me dijeron que me viniera con los papeles y el trasteo.

Me he sentido muy bien, cuando llegué aquí usaba caminadora y ahora solo uso el bastón por miedo a una caída. Ya conozco a todas las mujeres y nos vemos en la misa, en los rosarios, pero lo que más me gusta es que estoy en lo que más me gusta en la costura porque yo crie a mis hijos a punta de máquina.

Soy de Manizales y viví en mi departamento en la Tintal, de pequeña me llevaron a vivir a Cali ahí me casé y tuve hijos pero nos vinimos a Bogotá porque mi esposo era de la fuerza aérea y se enfermó ya murió hace 26 años. Saqué a mis hijos adelante y los dos son profesionales y ahora aquí estoy al igual que todas por un fin”.

“Me casé, perdí tres hijos y después mi esposo murió, quedé sola”. Mercedes Jiménez, 26 años en el hogar

“Yo todos los días le doy gracias a Dios por entidades como esta, sobre todo, para personas como yo que están solas en el mundo, pues fui hija única; mis padres murieron ya de viejos, me casé, perdí tres hijos y después que mi esposo murió, me vi totalmente sola e intenté suicidarme pero en ese momento escuche que me decían que no estaba sola y desistí.

A los días me llama una amiga que tenía una familiar que era Juanista y me habló del hogar y recordé que yo había conocido a la hermana Margarita cuando estaban construyendo el hogar, entonces me aceptaron siendo todavía joven e hicieron una excepción conmigo por mi condición.

Vine aquí a hacer trabajo social les hacía recreación, paseos, bailes y muchas cosas, me salvaron la vida y me dieron razones para vivir. Sigue siendo una casa muy buena y necesaria para el adulto mayor, porque con la enfermedad del Alzheimer uno se vuelve un problema en una casa de familia porque se presentan muchos peligros es por eso que este hogar es una bendición.

Las hermanas nos saben sobrellevar porque la edad es difícil, aquí tenemos más de lo que realmente nos merecemos. A mí me gusta es el trabajo social y ahora me dedico a las artesanías, pedrería, tejidos, hacemos costureros para regalarles a los niños pobres en diciembre. Me doy cuenta que la voz que escuché estaba aquí y este era mi lugar, colaborar con las hermanas y ellas a su vez llenaron el vacío que yo tenía. En mi cumpleaños tuve 80 personas que me abrazaron, fui la solitaria que nunca ha estado sola es el testimonio de que Dios si existe”.

“Fui ministro de la sagrada sanación”, Mercedes Gómez, 4 años en el hogar

“Mi experiencia en el hogar es la más bonita de mi existencia, mis compañeras, las hermanas el ambiente es muy especial. Trabajé 14 años con la iglesia en la parroquia Pablo VI fui ministro de la sagrada sanación trabajaba con sanación a los enfermos, comedor a los abuelitos iba a la cárcel y les llevaba los cursos que necesitaban. Ahora casi no puedo hacer nada porque estoy en una silla y necesito ayuda pero leo los libros que me prestan”.

“Hago turnos en la portería, ayudo en la sacristía”, Irma Urrea 8 años en el hogar

“Mi experiencia aquí ha sido fabulosa, anduve por muchas partes después que quedé sola y para que me quejo si todo ha sido positivo. Hago turnos en la portería, ayudo en la sacristía, lectura, canto, tejido y participo en cada actividad que hacen. La experiencia más bonita que tuve fue cuando vine por primera vez, la manera como me recibieron me llenó demasiado”.

“Las hermanas son muy comprensivas”, Alicia Ferrer, 18 años en el hogar

“Se vive muy tranquilo, las hermanas son muy comprensivas y colaboradoras, la vida espiritual es muy nutrida. Yo vengo de trabajar 23 años en el seguro social, participo en la gimnasia y hago tejidos para regalarles a los niños y a los abuelos. Para mí todo ha sido positivo, me llevo muy bien con todas las señoras y con las hermanas”.

“Salgo mucho a Usaquén”, Rosa Delia Romero, 10 años en el hogar

Me siento muy bien, al principio lo más difícil fue entendernos entre compañeras pero hasta hoy todo ha sido positivo. Participo en los juegos porque socializamos, hacemos ejercicios, hago tejido y me gusta leer las historias antiguas. Salgo mucho a Usaquén, a los centros comerciales, el estar aquí no me impide salir y estar activa.

“Fui secretaria de educación en la alcaldía de Bogotá”, Nora Gutiérrez de Malagón, 3 años y medio en el hogar

“Yo venía de una comunidad religiosa de Levitas y quise continuar con mi vida espiritual, yo misma escogí venirme para acá y no me equivoqué. Acá pinto y leo, pinto Mandalas que están muy de moda, los colores que más me gustan son los que salen de la inspiración; fui maestra por 31 años, fui directora de educación carcelaria y secretaria de educación en la alcaldía de Bogotá”.

“Llevo cuatro años encargándome del jardín”, Clema Bernal Méndez, 7 años en el hogar

“Me siento divinamente tenemos misa, rosario y para nosotras como católicas eso es muy significativo. Llevo cuatro años encargándome del jardín porque tuve fincas y tengo experiencia cultivando.

“Este es el segundo hogar que el señor me tenía” María Antonia Pérez, 14 meses en el hogar

“Viví de soltera con las juanistas en el centro y allá me casé, quedé viuda y este es el segundo hogar que el señor me tenía, cuando llegué vi la capilla y me gustó mucho, las señoras muy queridas y siempre le digo al señor que adonde el me envíe yo iré y me gusta mucho el servicio a los enfermos, les digo siempre a las hermanas que aquí adentro tenemos mucho que hacer como una palabra de aliento a las señoras que no se pueden levantar si somos más integradas siempre se logra”.

“Vivo muy agradecida por todo”, Nidya Jaimes 10 años en el hogar

“Quedé viuda y estaba viviendo con mi familia, pero todos trabajaban y me sentía muy sola, entonces comencé a buscar junto con mi hermana que también buscaba uno para ella pero yo desde que vi el hogar me gustó. Me gustaba mucho ayudar a las señoras y llevarlas a sus citas médicas pero un día tuve una caída me fracturé y después de eso ya no me dejan salir sola, pero vivo muy agradecida por todo”.

“Me gustan todas las actividades del hogar”, María Isabel Guerrero, 12 años en el hogar

“Fui voluntaria de Provida y aquí vinimos a hacer una presentación en ese momento era muy joven y no me preocupaba por donde iba a terminar. Hace doce años vine a hablar con la directora Sor Fanny Martínez y me mostró las habitaciones y después de un mes me vine. Me gustan todas las actividades del hogar, cuando podía bailar bailaba, muy agradecida con las hermanas.

“Las hermanas son como unas mamás para nosotras”, Nelly León, 1 año en el hogar

“Es un hogar muy acogedor, las hermanas son como unas mamás para nosotras. Vivía sola en un apartamento y por problemas de salud necesitaba un hogar, recorrí como veinte casas y yo quería con religiosas. Estuve enferma y una de las doctoras me habló del hogar y llegué, con todas estoy muy unida”.

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