De plano es un hombre simpático, afable y carismático. Rostro aguileño, sus ojos guardan una sabiduaría ancestral taciturna y en tan solo minutos logra generar un ambiente de confianza como si fuese amigo de toda la vida. En una sola palabra: es sencillo; no necesita de aspavientos ni afeites ni protocolos, él es como es, con una inocencia en su mirada que parece sacada del libro de Exupéry, por eso le llaman el padre Chico.
Francisco Hernández Rojas, un costarricense de unos cuantos años como bien dice imprimiendo un hálito de misterio, para luego soltar “59 años tengo de edad”, actualmente es el Coordinador general del Secretariado de Cáritas de América Latina y el Caribe (Selacc), se describe a sí mismo como un hombre semejante a los demás nacido del polvo de la tierra.
El sexto de ocho hermanos se prepara para contarnos un poco sobre su vida, se quita la sotana, hablamos con Francisco niño.
¿Cómo fue su infancia en resumidas cuentas?
Soy de una familia pobre, de un sector popular, mi mamá era de un estrato popular, sencillo. Mi padre también. Nací en Cartago. Fui niño que creció jugando en medio de mucha naturaleza, de espacios muy amplios. Hoy, donde yo jugaba, lo ocupan muchas casas, pero cuando yo era niño esas zonas eran espacios amplísimos, mucha naturaleza. Pasaba el día comiendo frutas, trepando de un árbol a otro. Definitivamente fue una infancia muy bonita, porque todos en el vencindario éramos como una familia, las familias del vecindario eran pocas y eso nos permitía estar en las casas de todos, entonces crece uno en un ambiente muy identificado con la solidaridad, comunión, con familia, con amistad, con sentirse responsable unos de otros, lúdicos, un ambiente alegre, con algunas limitaciones económicas pero muy realizado en términos de lo que era ser niño.
Sin duda Francisco creció, aún cuando confiesa que desde niño el llamado al servicio estuvo presente, su mirada delata los viajes por planetas, si bien no pidió dibujar corderos, este hombre de bien recuerda que uno de sus juegos predilectos era el ser sacerdote: “Yo realmente recuerdo que de niño jugaba a ser sacerdote y celebraba la misa en la cama de mis papás que tenía un respaldar de gavetas, entonces una gavetita era como un sagrario y la parte de arriba era como el altar, además era una época preconciliar , las misas se celebraban de espaldas al pueblo, por tanto uno podía jugar en la cama de los papás a celebrar misa porque uno quedaba de frente al sagrario”.Su primaria y secundaria las cursa en colegios públicos, es allí donde se despierta una inclinación insaciable por las matemáticas y la física, luego decide estudiar ingeniería civil en la Universidad de Costa Rica y allí cursa 6 semestres.
¿Y entonces cómo llega al sacerdocio?
Fue en el último año, cuando estoy cursando en la universidad, se me invita a dar clases de matemáticas y y física en un colegio de secundaria, fundamentalmente porque el Estado había creado la física y matemáticas optativas y no había profesores. Resultó entonces que dando clases a un quinto año, me encontré con un grupo muy religioso, eran jovencitos que al mismo tiempo eran el grupo juvenil de la parroquia, entonces me invitaron a darles charlas y así entré al grupo. Allí se empezaron a dar una serie de circunstancias muy particulares, crecer en oración, crecer en el compromiso de una red más concreta más vivencial, personal, de encuentro con el Señor y bueno eso me fue llevando a sentir una profunda inquietud a final de ese año, a mediados de ese año más bien, por el sacerdocio. De redescubrir a aquel niño que jugaba a dar misa pero que ahora se encontraba con otra circunstancia y entonces en ese grupo juvenil al lado del sacerdote que acompañaba al grupo fui creciendo; llegó un momento que sentí la inquietud, le pregunté al padre cómo era eso y así fue como entré en el proceso vocacional muy rápidamente, estaba ya muy avanzado el proceso, me inserté bien, aunque creí que nunca me iban a llamar para ingresar, resultó que fueron a visitarme a la casa.
¿Y por qué no creía que lo llamarían?
Bueno porque fue muy rápido (risas), inclusive en una de las entrevistas yo le dije que yo estaba yendo sin ningún compromiso, entonces por eso pensé que no iba a pasar nada. Te confieso que fue un proceso muy simpático y muy simbólico, eso me interrogó aún muchísimo más, quise leer en esa visita de uno de los seminaristas encargados de la pastoral vocacional a mi casa para decirme que los formadores del seminario creían que yo podía ser un buen candidato.
Por supuesto, los formadores del seminario no se equivocaron. Ese joven risueño, curioso, fue pasando por una transformación sin precedentes, un cambio de estilo de vida que se cristaliza un 15 de diciembre de 1984, ya no era joven profesor de matemáticas y física, era un ministro de Dios, aún cuando en sus gestos y carácter permanecían tatuados sus orígenes, su gente, su color local, la naturaleza... Por ello, ese hálito pueril no escapó al adjetivo y así como en México se le llaman a las Isabel, Chabela; en Colombia, a los José, Pepe; en Venezuela, a los Jesús, Chucho; en Costa Rica, a los Francisco, les dicen Chico; este hombre al servicio de la Iglesia, en especial de los pobres y excluidos, el pueblo lo llamó Padre Chico.
¿Por qué el padre Chico?
En costa Rica a los Franciscos les dicen Chico, como en Colombia, Paco; en México Kiko, Pancho. Me lo dicen desde la secundaria, cuando entré en primer año, mi profesor de educación física cuando iba pasando lista leyó Francisco Hernández Rojas, entonces dijo “Ay Chico Hernández”, porque había un jugador de fútbol muy famoso que se llamaba Chico Hernández.
¿Cuál es la idea fuerza de su ministerio como sacerdote?
Me inspira mucho la vida de Francisco de Asis, pero no en la vida de la línea religiosa, pero sí en cómo vivir un poco esta espiritualidad franciscana, como un ejemplo de vida, de seguimiento de Jesús. Al adentrarme a la lectura de los Evangelios, la figura, la persona de Jesús me apasionó porque me encantaba ver lo que decía, lo que hacía, pero me encantaba sobre todo escudriñar su pensamiento, saber su visión del mundo, de las personas, de las demás personas, su concepto del Padre, su visión tan distinta de las estructuras religiosas establecidas en su época, toda su vida me apasionó muchísimo.
Sin duda su forma de ser tan peculiar lo acerca más a la gente, por momentos, es un hombre más de pueblo, dicharachero, alegre, solidario. Su sencillez sigue intacta, a pesar de la responsabilidad que pesa sobre sus hombros en el Selacc, expresa que “Sí me gusta la relación con la gente, una relación respetuosa, pero fraternal, no quiero mirar mi ministerio como una acción que me da superioridad sobre un ser humano, sino por el contrario, un ministerio que me llama el Señor para servir, para construir comunión, para seguir fortaleciendo esta comunidad de discípulos que llamamos Iglesia, entonces mis relaciones son así, de mucha familiaridad, me gusta más que nos sintamos familia, entonces la gente se acostumbró a decirme Chico, pero algunos por respeto ministerial me dicen padre Chico, pero en general la mayoría de la gente me dice Chico”.
¿Cuáles son los talentos ocultos distintos a la vida sacerdotal, que de repente no dice y que hoy nos revele?
(Risas) Me gusta cantar, no sé si lo hago bien, pero me gusta cantar, me gusta bailar, me gusta escribir, de vez en cuando hago poesía, no sé si para mí mismo, pero bueno me gusta expresarme a través de la escritura y, a veces en los ratos de silencio me encanta escribir. También jugué mucho tiempo ajedrez, eso te hace una persona muy observadora, el ajedrez te vuelve muy lógico, quizá hasta excesivamente, entonces se vuelve uno con cierto rigor y eso me ha llevado a exigirme a la luz de la espiritualidad franciscana a despertar la ternura, entonces me gustaría pensar que soy una persona tierna, que el sentido de la compasión es parte de mi ser. Me gusta pensar que soy para el amor, para el cariño, para la ternura, de convertir la piel en un órgano importante de comunicación, porque uno siente en la piel el dolor de los otros.
¿Qué le falta por hacer?
Esa es una buena pregunta, pasé en algún momento por un episodio de gravedad en mi salud, donde inclusive caí en un grado de inconciencia severo, pero como que el cerebro sigue funcionando bien, y ese momento llegué a un estado tan crítico donde mi cerebro daba órdenes pero mi cuerpo no respondía, pensé entonces que ya llegaba el momento y recuerdo que le dije al Señor ahí mentalmente “Ay Señor, yo creo que ya se acabó esto, creo que no doy para más, siento que cometí errores que tú en verdad sabes, dame la paz necesaria”. Y ese momento sentí una paz riquísima, maravillosa, un calorcito físico, un sinmiedo total, de ahí caí en un mayor grado de inconciencia porque no recuerdo, fue una experiencia muy linda. Entonces cuando me preguntas eso, yo te diría que si el Señor me regala más vida, me gustaría seguir haciendo esto que hago, apoyar a las pastorales sociales Cáritas para la región de América Latina y el Caribe, ayudarnos a pensar a dimensionar formas de realmente generar procesos de ayuda humanitaria, de promoción humana, de liberación integral, pero si realmente el Señor me llamara por alguna circunstancia yo me sentiría satisfecho con mi vida, creo que lo que he podido hacer con su ayuda está bien, sentiría que valió la pena todo.
Aún cuando piensa que todo valió la pena, no escatima esfuerzo en despepitarse en una serie de tareas por cumplir en su vida, es sincero, de eso no hay duda porque refiere: “Sí, sí, siempre le gustaría a uno ver una nueva película, leer un nuevo libro, escribir un poema más, generar una nueva amistad, crecer más en oración, en una espiritualidad más desafiante a la espiritualidad con todo el cosmos, me gustaría crecer más en unidad con mi familia, amar más, desprenderme más de mí mismo, ser menos ególatra, más plural, más tolerante, poder ser amigo de todos aún de los que piensan distinto, muy distinto.”
Así como el coronel Aureliano Buendía conoció el hielo frente al pelotón de fusilamiento, por supuesto, por estar en Colombia este mismo pelotón de fusilamiento imaginario le cayó a preguntas a Chico:
¿Cómo se describe?
Sencillo.
¿Un defecto?
El miedo.
¿Una virtud?
La esperanza.
¿Un lugar?
Costa Rica, Manuel Antonio.
¿Color?
Azul
¿Qué nunca falta en su equipaje?
(Risas) ¡¡¡Crema dental!!! Y el hilo dental
¿Qué le indigna?
La inequidad
¿Quién lo inspira?
Jesús
¿Su santo?
Francisco de Asis