«¡Cómo quisiera que cada uno en la Iglesia, cada institución, cada actividad, revelara que Dios ama al hombre!». Lo dijo Papa Francisco durante el discurso que dirigió a las personas que participaron en el congreso organizado por el Pontificio Consejo Cor Unum, responsable de las actividades caritativas de la Santa Sede, en el décimo aniversario de la encíclica de Benedicto XVI «Deus caritas est».
La primera carta del Papa emérito «trata un tema que permite recorrer toda la historia de la Iglesia, que es también la historia de la caridad», dijo Francisco. «Es una historia de amor recibido de Dios, que hay que llevar al mundo: esta caridad recibida y dada es el eje de la historia de la Iglesia y de la historia de cada uno de nosotros. El acto de caridad, de hecho, no es solo una limosna para lavarse la conciencia; incluye una atención de amor hacia el otro, que considera al otro como una única cosa consigo mismo», prosiguió el Papa citando a Santo Tomás de Aquino: «y desea compartir la amistad de Dios. La caridad, pues, es el centro de la vida de la Iglesia y es verdaderamente su corazón, como decía Santa Teresita del Niño Jesús. Tanto para cada uno de los fieles como para la comunidad cristiana en su conjunto vale la palabra de Jesús, según la cual la caridad es el primero y más alto de los mandamientos».
El Año jubilar en curso «también es la ocasión para retomar este corazón palpitante de nuestra vida y de nuestro testimonio, al centro del anuncio de fe: Dios es amor», dijo el Papa. En este sentido, «la caridad y la misericordia están tan estrechamente relacionadas porque son la manera de ser y la manera de actuar de Dios: son su identidad y su nombre».
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