Corría el año 1955 en Monterrey, específicamente en Nuevo León, tiempos de importantes cambios para todo México como la incorporación de la mujer a la vida política a través de su participación en procesos electorales. Exactamente 131 años después de que Nuevo León quedara unido a la República mexicana como entidad federativa, un 07 de marzo de 1955 nace quien actualmente es el Presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano, Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, el más Rodríguez de ocho hermanos.
El quinto hijo de Manuel Rodríguez Mora (+) y Blanca Lilia Vega de Rodríguez (+) sabía desde muy pequeño cuál sería su camino, todo comenzó como bien él mismo cuenta: “Sí, primero fue la curiosidad de saber que se sentirá ser acólito, me llamaba mucho la atención los niños que ayudaban en la misa, ya cuando empecé ayudar en misa, me pregunté qué se sentirá estar dónde está el padre”.
Y el monaguillo tenía un itinerario muy prolijo, diariamente a las 6.00 en punto de la mañana estaba en la iglesia para hacer las llamadas; a las 6 y 30, en la Eucaristía; a las 7 y 15, en casa desayunando; para, finalmente, a las 7 y 30 vigilar en la esquina de la escuela porque era patrullero escolar. Todo un mecanismo de planificación que desde muy pequeño hasta la actualidad mantiene.
Todo lo que se ha propuesto lo logra, para muestra un botón: “Quise entrar al seminario a los 12 años, al terminar la escuela primaria, pero en ese año comenzaron a pedir los estudios secundarios, entonces tuve que esperarme 3 años más y los 15 años de edad ya estaba en el seminario”. No dudamos de su constancia.
De manos del obispo José de Jesús Tirado y Pedraza, arzobispo de Monterrey en ese entonces, un viernes 15 de agosto de 1980 (coincidiendo con solemnidad de los festejos de Nuestra Señora de la Asunción) en la parroquia de la Purísima Concepción de María, actualmente Basílica Menor, el camino formativo había llegado a su punto cumbre con su ordenación sacerdotal, imaginando tal vez qué se sentiría ser obispo (Esto último una inferencia nuestra). Veintiún años después, el 27 de junio de 2001, el Papa Juan Pablo II lo nombra Obispo Auxiliar de Monterrey. El 8 de octubre de 2008 fue nombrado, por el entonces Papa Benedicto XVI, obispo de Nuevo Laredo.
En este caso su innata curiosidad no mató al gato, como bien lo decía, quiso saber qué se siente ser sacerdote y allí está el inquieto Gustavo, pero de obispo, ahora con la apostura patriarcal de su abuelo materno: sobrio, amable, inteligente, cordial, desde arzobispado de Yucatán, sigue sumido en un trabajo incansable por la Iglesia Católica al punto que el Papa Francisco sigue de cerca su ministerio, lo conoce, sabe quién es, de allí que el 01 de junio de 2015 le confiara esa responsabilidad. Todo esto sin perder las perspectivas de sus orígenes humildes, lo cortés no le ha quitado lo valiente.
“Mi familia, una familia sencilla, humilde, mi papá un hombre trabajador, para ese entonces él era un obrero, trabajó 37 años como obrero (Empresa cristalera Industrias del Vidrio). Una familia numerosa, yo fui el quinto de ocho hijos y en el primer barrio donde vivíamos, vivían muy cerca los abuelos maternos y paternos, entonces estaba muy fuerte la relación familiar. A mi abuelo materno lo veía como un patriarca, porque era un hombre muy respetado en el barrio donde vivíamos, así es que tuve una familia con lazos de integración muy fuertes”.
¿Cómo describe su contexto de infancia?
“De niño jugaba mucho con mis hermanos y primos. A los ocho años nos mudamos a otro barrio, nos fuimos a una colonia (colonia Industrias del Vidrio); la empresa donde trabajaba mi padre daba facilidades para la vivienda, cuando todavía no había una ley por parte del Gobierno que obligara a las empresas a procurar habitación a los trabajadores. Llegamos a un lugar con calles pavimentadas, luz mercurial, servicios sanitarios, que no teníamos en el anterior barrio. Allí empecé otro ritmo de vida”.
Estudió en las escuelas de los hermanos Maristas (el colegio Franco Independencia y la escuela Roberto G. Sada No. 2). En su nuevo barrio todo le quedaba cerca, “todo muy compacto, muy cerquita la iglesia; la relación con el sacerdote era muy cercana, de mi parte, porque en esa etapa de nuestras vidas mis padres no eran tan religiosos. Otro hermano también se había acercado antes a ser monaguillo, luego él se retira”.
¿Y cómo es Monseñor Gustavo sin la investidura, quién es Gustavo a secas?
“Es un poquito difícil, porque desde muy niño he tenido la sotana encima, pero te puedo decir que soy un hombre de familia, muy alegre, bromista, quizá he heredado algo de mi papá porque todo el que hace bromas en la casa el comentario es “ah es Rodríguez”, y se supone que yo soy el más Rodríguez de todos. Soy el más bromista de todos mis hermanos y más que hacer bromas es hacer comentarios chuscos (graciosos) de cualquier cosa que suceda”.
Al pan, pan y al vino, vino, por ello, indica que cualidades como la disciplina, responsabilidad, puntualidad, las “heredó” de su padre, de quien tiene sus mejores recuerdos.
¿Un momento transcendental en su vida?
“La ordenación esperada por 10 años. Hubo momentos difíciles porque mi primer ministerio fue dentro del seminario. Fui formador del seminario menor durante dos años, luego me encomendaron la siguiente etapa que fue el curso introductorio durante 3 años; es una etapa entre el seminario mayor y menor, y allí hubo momentos muy fuertes. En dos ocasiones tuve que afrontar la muerte de dos de mis alumnos, eso de alguna manera fue fuerte, tanto así que en mi estudio episcopal está una cruz y esa cruz fue tomada del lugar donde estaba dictando el curso introductorio, fue precisamente por esas experiencias vividas allí”.
Eso marcó su vida, perder a dos de sus muchachos, fue un dolor tan semejante al que experimenta un padre por sus hijos, de hecho, con nostalgia recuerda las fechas: “El lunes, 25 de agosto de 1983, el primero; y el segundo el miércoles, 13 de marzo de 1985”.
¿Cómo se autoevalúa, cuál ha sido la evolución de su ministerio?
“Fueron 6 años de ministerio dentro del seminario, luego me envían a estudiar 3 años doctrina social de la Iglesia en Roma. Así esto me va perfilando hacia un rumbo determinado, quizá distinto a la formación en el seminario. Estudié eso precisamente doctrina social para regresar al seminario, pero cuando regreso no me ponen a trabajar ni el seminario, ni en pastoral social, sino que me nombran responsable de la catequesis del Secretariado de Catequesis de la Arquidiócesis; también director de la escuela bíblica, también director de la teología a distancia, clases en el seminario y aparte rector de una capilla, entonces tuve un trabajo muy intenso a mi regreso de mis estudios en Roma, entre el año 89 y el año 95 fue un tiempo muy fuerte de responsabilidad que creo que de alguna manera me fogueó, en otras áreas, distinto a la experiencia del seminario, distinto a lo que había estudiado, pero me ayudó a entender más la iglesia diocesana.
En el año 95, es cuando me nombran rector del seminario de Monterrey, me pidieron ser padre espiritual de los teólogos, sin dejar las responsabilidades que tenía fuera, aunque me asignaron dos sacerdotes para apoyarme en catequesis y biblia, sin embargo el quehacer dentro del seminario era muy intenso.
En el año 2001, llega mi ordenación episcopal, inmediatamente con esa ordenación, viene la solicitud de participar como miembro del Departamento de Pastoral Social en México, fue así durante 5 años, hasta que me nombraron presidente de la pastoral social de Cáritas en México durante 6 años y, antes de terminar ese periodo, me llaman del DEJUSOL (Departamento de Justicia y solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano) para participar en el cuatrienio anterior (2011-2015) y hace unos meses me nombran Presidente de este departamento”.
El hombre que es prácticamente el responsable de encaminar los procesos de justicia y solidaridad de América Latina y el Caribe, es conocido entre su feligresía como el padre Tavo, al punto que muchos lo comparan con el Papa Francisco (A su juicio un piropo), razón por la cual era inexorable indagar su relación entre él y el patriarca argentino de la Iglesia Católica.
¿Cómo se siente con el Papa Francisco?
“Muy bien, muy identificado. Hay gente que me hace esos piropos, me dice “se parece usted al papa Francisco” (Risas) por la forma de hablar o por la cercanía con la gente. Yo me digo, “qué bueno, que vean algo de esto”. Sobre todo ahora con el arzobispado en Yucatán, cuando fui a recibir el palo arzobispal, noté que el Papa me identificaba, sabía quién era yo. En otras ocasiones lo he vuelto a saludar y me dice “tú estabas en Nuevo Laredo, sabes, ahora ya te nombre un nuevo sucesor”, es decir, está enterado de mi persona. Por primera vez me siento alguien reconocido por el Papa”.
El ojo clínico de Francisco, esa intuición innata no le ha fallado, pues el hijo del obrero de la Industria del vidrio de Monterrey, el quinto de los Rodríguez, el más Rodríguez de todos, sigue una carrera en ascenso, acompañando sus postulados a través de la Evangelli Gadium y la Laudato Sii, en esa opción preferencial por los pobres y para los pobres. Además de su faceta como sacerdote y obispo, ha desarrollado talentos artísticos y deportivos.
¿Dotes artísticas, deportivas, talentos ocultos que quiera compartir?
Siempre me gustó la música; aunque no preparé profesionalmente en esa área, desde chiquillo me llevaban a una televisora de Monterrey, pero fue cosa de unos pocos meses. El verdadero potencial lo cultivé en el seminario. Allí fui director de la Schola Cantorum. Y en el deporte, antes no practicaba nada, sino cuando ingreso al seminario y empecé a practicar el basquetbol (Tiene la estatura) durante 19 años seguidos jugué basquetbol diariamente, eso ya quedó un poco atrás.
Todo es posible en la vida, a juzgar por sus acciones tal vez en la mente de Monseñor Rodríguez quizá titile la idea de ser Papa (Esta es otra inferencia nuestra), en soliloquio, uno se lo imagina diciendo, “qué se sentiría en el lugar de Francisco”, aunque en acciones y testimonio ya siga sus pasos.
¿Quién sabe? Como la en la canción del español Augusto Algueró, la vida es una tómbola. Por supuesto con base en obras y méritos, Monseñor Gustavo Rodríguez se ha ganado el respeto y reconocimiento, una manita del Espíritu Santo no estaría de más, tiene la esencia: garra mexicana, estrategia y buen humor.
Preguntas de paredón
¿Qué le falta por hacer?
Lo que Dios me vaya pidiendo.
¿Cómo se describe?
Amigable
Un lugar
Mi tierra, Monterrey
Un color
Azul
Un libro
El Principito
Una virtud
Pos espero que la humildad
Un defecto
La timidez
Qué le inspira
Un bello amanecer
Qué le indigna
Cualquier injusticia
¿Qué nunca falta en su equipaje?
El celular
Un santo
Es que hay varios, pero particularmente San Pablo