El Papa envió una carta al Presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, el Cardenal Marc Ouellet, en el que habla de la misión de los laicos en la vida pública y recuerda que es una de las mayores riquezas del Concilio Vaticano II.
Con motivo de la reciente Asamblea Plenaria que celebró dicha Comisión sobre la misión de los fieles en la vida pública de Latinoamérica, Francisco cuenta cómo se reunió con ellos e intercambiaron algunas reflexiones. Sobre esto mismo pide que “el espíritu de discernimiento y reflexión ‘no caiga en saco roto’; nos ayude y siga estimulando a servir mejor al Santo Pueblo fiel de Dios” y alerta de los peligros del clericalismo.
El Pontífice señala que los obispos “como pastores estamos continuamente invitados a mirar” al Santo Pueblo fiel de Dios (los laicos) para “proteger, acompañar, sostener y servir”.
“Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un muy buen trabajador, profesional, esposo, amigo pero lo que lo hace padre tiene rostro: son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin un rebaño al que está llamado a servir”.
El Pontífice también explica en el mensaje que “al pueblo se lo sirve desde dentro”. “Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en el medio para sentir bien el palpitar de la gente”.
Uno de los consejos es que los obispos miren “continuamente al Pueblo de Dios” porque “nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero no logran sostener la vida de nuestras comunidades”.
“Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: "es la hora de los laicos" pero pareciera que el reloj se ha parado”, añadió a continuación.
A su vez, recuerda que “todos ingresamos a la Iglesia como laicos” puesto que “el primer sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendríamos que estar siempre orgullosos es el del bautismo”.
Francisco destaca que el Bautismo “nos hace bien recordar que la Iglesia no es una élite de los sacerdotes, de los consagrados, de los obispos, sino que todos formamos el Santo Pueblo fiel de Dios”.
“Olvidarnos de esto acarrea varios riesgos y deformaciones tanto en nuestra propia vivencia personal como comunitaria del ministerio que la Iglesia nos ha confiado. Somos, como bien lo señala el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, cuya identidad es la dignidad y la libertad de los hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo, por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción”.
Clericalismo
En el mensaje el Papa argentino pide poner atención al clericalismo, “fruto de una mala vivencia de la eclesiología planteada por el Vaticano II”.
“Esta actitud no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente. El clericalismo lleva a la funcionalización del laicado; tratándolo como ‘mandaderos’, coarta las distintas iniciativas, esfuerzos y hasta me animo a decir, osadías necesarias para poder llevar la Buena Nueva del Evangelio a todos los ámbitos del quehacer social y especialmente político”.
Además, “el clericalismo lejos de impulsar los distintos aportes, propuestas, poco a poco va apagando el fuego profético que la Iglesia toda está llamada a testimoniar en el corazón de sus pueblos. El clericalismo se olvida de que la visibilidad y la sacramentalidad de la Iglesia pertenece a todo el Pueblo de Dios (cfr. LG 9-14) Y no solo a unos pocos elegidos e iluminados”.
Pastoral popular y laicos en la vida pública
Otro de los puntos que el Pontífice trata en el mensaje es el de la pastoral popular. “Ha sido de los pocos espacios donde el pueblo (incluyendo a sus pastores) y el Espíritu Santo se han podido encontrar sin el clericalismo que busca controlar y frenar la unción de Dios sobre los suyos”.
El Papa pide confiar “en nuestro Pueblo, en su memoria y en su ‘olfato’, confiemos que el Espíritu Santo actúa en y con ellos, y que este Espíritu no es solo ‘propiedad’ de la jerarquía eclesial”.
Respecto a la misión de los laicos en la vida pública, el Santo Padre destaca que en muchas ciudades se descarta a las personas y donde no hay esperanza. Pero los laicos en la vida pública pueden “buscar la manera de poder alentar, acompañar y estimular todo los intentos, esfuerzos que ya hoy se hacen por mantener viva la esperanza y la fe en un mundo lleno de contradicciones especialmente para los más pobres, especialmente con los más pobres. Significa como pastores comprometernos en medio de nuestro pueblo y, con nuestro pueblo sostener la fe y su esperanza”.
“No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles. Como pastores, unidos a nuestro pueblo, nos hace bien preguntamos cómo estamos estimulando y promoviendo la caridad y la fraternidad, el deseo del bien, de la verdad y la justicia. Cómo hacemos para que la corrupción no anide en nuestros corazones”.
El Papa también denuncia que muchas veces se ha generado una ‘élite laical’ creyendo que "son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas ‘de los curas’ y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe”.
Francisco asegura que “por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe”.
“¡Los ritmos actuales son tan distintos (no digo mejor o peor) a los que se vivían 30 años atrás!”, clama en el mensaje.
En definitiva, “esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas –especialmente– para los habitantes urbanos”.
En relación a esto, habla de la ‘inculturación’: "un proceso que los pastores estamos llamados a estimular alentado a la gente a vivir su fe en donde está y con quién está. La inculturación es aprender a descubrir cómo una determinada porción del pueblo de hoy, en el aquí y ahora de la historia, vive, celebra y anuncia su fe", asegura.
Al terminar, el Papa pide no perder la memoria, puesto que “desarraigarnos de donde venimos y por lo tanto, no sabremos tampoco a dónde vamos”.