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Ángel Alberto Morillo

La Embajadora de la Ternura


Su sonrisa delata un espíritu libre, irreverente, generoso, carismático, leal. Ella a primera vista brinda confianza, seguridad, acogida. Ojos claros, alta, rubia, sus genes responden a la fisionomía teutona de sus ancestros, aún cuando en sus gestos, expresiones, hasta dialecto, haya una amalgama latinoamericana sin par.

Es médico de profesión, pero toda su vida la ha encauzado a curar almas y sanar heridas a través de lo que durante largos años ha construido y llamado Crianza con Ternura.

Apenas esta es una pequeña parte de Anna Cristina Grellert, quien actualmente es la Asesora Regional de Desarrollo Integral de la Niñez de World Vision para América Latina y el Caribe, ya lleva 11 años en acción.

Nació un 8 de noviembre de 1967 en Estados Unidos, en Louisville, Kentucky.. Con apenas 2 años llegó a Brasil. Manfred Grellert y Liane Brenner, sus padres, decidieron en ese entonces hacer una nueva vida en la tierra donde llegaron por primera vez sus antepasados, los alemanes.

Los 4 hermanos Grellert fueron felices entre juegos y travesuras. Todos crecieron en Recife, Pernambuco, la región más querida de Brasil que “es la más tierna y cariñosa, al noreste de Brasil”, comenta Anna, quien por cierto es la segunda de los hermanos.

Lo primero que hizo su padre al llegar a Brasil fue registrar a todos sus hijos como ciudadanos brasileños, les dijo “ustedes son brasileños y aquí no se habla más inglés en la casa”, todo para crear un sentido de identidad y de pertenencia.

Cuenta Anna: “Mis abuelos maternos y paternos migraron de Alemania al sur de Brasil, en esas colonias alemanas que se llamaban panambiges. En aquel entonces había esa tensión entre ser alemán y mantener la cultura y también las siguientes generaciones aprendieron a querer el lugar donde nacieron, es el caso de mi papá, él siempre se identificó como brasileño”.

Hora de los juegos y recuerdos

Eran tiempos de desarrollo en el Sur de Brasil. La mayoría de sus pobladores, migrantes europeos, Realizaban actividades agrícolas. Anna reconoce en el campesinado a sus pares, hijos de Dios que merecían también un trato digno, pues al tratarse de justicia, ella es una de las primeras de dar un paso al frente.

“Se predicaba para aquellos trabajadores de las haciendas alemanas donde se producía la soya, la manzana, la pera, esa era gente nacida en Brasil que había emigrado para apoyar este proyecto agrícola de los dueños de tierras que eran los alemanes, pero que a la final resultaban tan sólo ciudadanos de segunda categoría”, recuerda y denuncia, no tiene pelos en la lengua.

Con una sinceridad a toda prueba, suelta y recuerda sus orígenes en la figura de su abuela materna: “Mis padres fueron pobres, no eran dueños de hacienda ni nada, mi madre fue hija de una mujer luchadora, bordaba, cosía, pintaba, para mantener a sus dos hijas”.

El sentido social, de misión, por los campesinos, por el más humilde nace en el seno de la Iglesia, pues creció en el seno de una familia bautista, que por línea paterna, padre como abuelo, fueron pastores.

“Mi padre consolida sus estudios en el Seminario Bautista de Río de Janeiro, donde finaliza su licenciatura y va a estudiar su doctorado en Estados Unidos. Esa fue una época muy compleja, de reinvindicación de los derechos civiles en los EEUU, fue al sur de EEUU, Kentucky, donde nosotras nacimos”, recuerda.

El sentido justiciero lo lleva en la sangre, ella misma cuenta que “Mi padre desarrolla allí una propuesta de fe que amplía la garantía de todos los ciudadanos que aspiran a un bien común”.

¿Cómo fue su crianza?

“Una crianza de muchas expectativas. De ser no lo mejor que puedas, sino la mejor (risas). Se trataba de asumir las responsabilidades cuando fallabas; de ser una persona competente, de desenvolverte bien en todo, pero con mucho amor y flexibilidad.

Mi papá jugaba con nosotros, nos daba tiempo, nos llevaba a la playa y a los campamentos; mi papá y mi mamá siempre nos trataron con mucho cariño y respeto, pero siempre bien direccionados, corrigiendo donde estaba errada”.

Fue una niña muy traviesa, confiesa. Estudió en el colegio Americano Bautista, recuerda que en el seminario, donde su padre era pastor, había muchos árboles de mango y un gran campo de fútbol, cruzando la calle estaba el predio de profesores y estudiantes, “imagínate eran como unos 100 niños jugando en ese seminario, recuerdo que había una plaquita donde se leía “prohibido pisar en la grama”, pero nosotros nos hacíamos la vista gorda, jugar era lo más importante.

Las tres Anna, junto con Manfredo y otros 100 niños, solían tumbar mangos en el seminario donde su papá era pastor, “No se podía lanzar piedras para bajar los mangos, ni subir en los árboles, entonces todos esperábamos que algún mango bien maduro cayera y cuando eso sucedía venían muchos niños a disputar la fruta codiciada”, entre estos, ella.

Añade con un tono jocundo: “Comíamos escondidos, y claro, eso daba un sabor más delicioso al mango porque era prohibido, desde arriba nos lanzábamos el carozo (la semilla) del mango”… Sin duda los ingredientes que atraen a todo niño.

Los hijos de los vecinos se unían para jugar, la caterva de chiquillos inquietos, por supuesto liderados por Anna (pues desde pequeña siempre tuvo esos aires de líder) saltaban el muro del seminario y zás: “Estábamos en el colegio, allí estaban en los columpios, las resbaladeras, también eso era prohibido, pues la escuela en las tardes estaba cerrada y para un niño eso era inconcebible”.

World Vision, una relación predestinada para la Ternura

Cuando tenía 12 años se mudaron a Minas de Gerais, en Belo Horizonte, pues su papá asumió la dirección nacional de World Vision en Brasil. Gran parte de su vida, dice Anna, la había pasado estudiando. “Estudié microbiología, luego hice una maestría en salud pública”, agrega.

Fueron años de mucho tránsito para ella. En el año 1985 regresan a Estados Unidos. Luego los Grellert se mudan a Costa Rica, donde Anna logra estudiar e medicina y, finalmente, se va a estudiar pediatría en Kansas City, Missouri, en el Hospital Childrens Mercy. Una vez graduada de médico, “me tocó tomar una decisión de especializarme aún más en mi rama o regresar a América Latina”.

“Recuerdo que envié muchas solicitudes de trabajo, se da la oportunidad de trabajar en World Vision Honduras, mi papá ya no era director regional. No conocía Honduras, es un país muy bonito de gente muy querida, pero con una con una problemática social, política, económica y ecológica muy compleja”, recuerda.

Llegó a World Vision en el año 2004. Ahí empezó como asesora nacional de salud para World Vision Honduras. El trabajo allí era crear programas de promoción de la salud.

Las complejidades sociales de un país como Honduras, la llevaron a crear estrategias para hacer de la atención de salud a niños y niñas, no un mero acto asistencialista, sino una forma de brindar de manera integral atención de salud en consideración a condiciones de vida muy precarias, por ello explica que “Debemos dar esas luchas complejas, que debemos hacer y empoderar mucho a las comunidades, en el sentido de conocer sus derechos”.

El tiempo le dio la razón, desde World Vision supieron del gran talento por eso le dieron la antorcha para iniciar el recorrido de lo que hoy desde la misma organización han asumido como filosofía de trabajo, que no es otra cosa que la crianza con ternura.

¿Cómo hace desde estas luchas en materia de salud pública para encaminarse a un proyecto de crianza con ternura?

“En 2005 se abre la plaza en World Visión de niñez en el desarrollo, cuál es la contribución, el aporte de la niñez para el desarrollo integral. Bajo la gestión de Corina Villacorta, empezamos a tratar el tema del desarrollo de la niñez desde una visión holística, de mirar la posibilidad de que los niños crezcan plenamente.

Cuando llega Stefan Pleisnitzer, en el año 2010, se asume la ternura como propuesta de desarrollo, donde la base sea el amor y la ternura. En este caso considerar la ternura como un método de desarrollo. En un primer momento, se requirió hacer un marco conceptual, Visión Mundial no tenía la ternura como su mediador de desarrollo de la niñez.

En ese marco conceptual miramos los dos asuntos que inquietan a Visión Mundial, como son la injusticia y la violencia. Estos elementos que relacionan entre sí, afectan la vida de los niños, entonces lo que hicimos fue una mirada histórica del problema de la violencia, por tanto, si es histórico, está en la cultura y con ello en todas las instituciones, no es solo un problema de la familia, sino en la escuela, en los hospitales, en la calle.

Fuimos justificando desde lo histórico todo este proceso, empezando una primera generación en la misma conquista, porque esta estuvo marcada por la violencia. Nuestros primeros niños, en la época colonizadora, son los niños de las violaciones. Esta primera generación de la infancia en América Latina trae ese asunto, la generación mestiza es una generación huérfana.

De ahí vamos tejiendo otros elementos, fíjate, ¿cómo llega la población afrodescendiente? De la manera más violenta, ellos entran en esta historia de conquista, de presión y de dolor, lo que implicó para toda esa generación afrodescendiente que llegó aquí para servir a los grandes latifundistas, esos niños nacidos en ese contexto están signados por el flagelo de la violencia.

Así también surge una segunda generación con los migrantes europeos, quienes llegaron con sus hijos desde la primera infancia, familias venidas a menos, con inmensos traumas productos de los conflictos armados.

Finalmente una tercera generación en América Latina, signada por los conflictos armados, las dictaduras, niños que nacen en medio de contexto muy violentos; por ejemplo, como las de El Salvador, Guatemala, Colombia, Perú, Nicaragua, Argentina. Todo un proceso histórico de agresión estatal, agresión familiar, eclesiástica.

La pregunta es cómo enfrentamos esa historia, por ejemplo, en Argentina, ¿cómo impactó todo esto? Por nombrarte a las Madres de Mayo, que reclamaban a sus hijos. Es una locura cuando comienzas a comprender los procesos históricos y apenas esta es una primera parte del marco conceptual.

Ante todo esto empezamos a buscar las propuestas que hay sobre ternura, al respecto encontramos a Alejandro Cussianovich, quien es el papa de la ternura, el abuelo, el bisabuelo, todo (risas), él es un amor de persona. Empezamos a leer su ensayo sobre pedagogía de la ternura, colocándola en un espacio político y en un espacio social.

Estamos preocupados de que el niño lea, que tengan buen peso, pero no nos enfocamos en los que el niño siente. De allí que para sustentar la crianza con Ternura hablamos de tres principios fundamentales, primero, relaciones de amor incondicional; segundo, mentoría de vida y, por último, El Dios tierno de la profecía bíblica contrario a la idea de un Dios castigador.

Queremos que ese amor sea tierno. Ese es el reto, no es tomar las armas, es ir a la lucha, denunciar, levantar la voz profética, pero siempre respetando al otro”.

¿Se puede ser firme pero tierno?

“Sí, dice Leonardo Boff que la ternura es la sabia del amor, es lo que te da la estructura; cuál es tu posición frente a esa política que tú tengas. Los problemas se resuelven en colectivo, yo no puedo resolver esto sin ti, tenemos que sentarnos a conversar a dialogar dignamente, porque nuestros problemas afectan a los niños. Tenemos que rendirles cuentas a nuestros niños. Hemos entendido la ternura como una debilidad, pero es esta la que te da la estructura y postura frente a la vida y ante quienes piensan diferente.

Con el apoyo de Harold Segura se hizo el fundamento teológico de la ternura, “nos ayudó a pensar esto teológicamente. También desde las neurociencias, lo antropológico, en este último se trabajó a Alberto Maturana. La crianza desde el pensamiento de Maturana es un espacio de producción cultural. Si esa experiencia no es sanada, no es atendida desde la plataforma de la ternura, podremos hacer poco.

El diálogo es un generador de consensos. Tenemos un problema cultura que afecta todo, es histórico y complejo. Es necesario retomar una cultura matriarcal para que el ser humano surja, nosotros lo llamamos la cultura de la ternura”.

Simplemente Anna Grellert

El tiempo se detuvo, su pasión por la ternura como modelo de crianza es avasallante, fue difícil sacarla de esos predios, sin embargo, fue bueno tocar el botón de pausa al tan sólo sacar a colación un nombre: Stalin.

Sus ojos brillaron, es el hombre que supo ganar su corazón; todo un reto para él pues una mujer inteligente, brillante e irreverente no debe ser fácil conquistarla, pero él, a diferencia de los colonos españoles e ingleses, supo cómo llegar: vino, vio y venció cual Julio César, pero con mucha ternura.

Un 22 de diciembre de 2013, Stalin Xavier Zurita se convierte en su esposo. Se conocieron por allá en 2004, eran sólo amigos. El reencuentro de 2012 marcó un nuevo hito en sus vidas.

Para él es su segundo matrimonio. Tiene una hija que se llama Ana Paola, y por lo que Anna cuenta es “una niña hermosa, juiciosa, estudiosa, muy bien educada por su mamá y papá, tiene 14 años, y también quiere estudiar medicina”.

¿Cómo es Anna, la amiga, la esposa, la que comparte el hogar?

“Mi actual esposo es Stalin Xavier. El primer día de casados le dije, mira a partir de hoy tú te llamas Javier, porque aquí en esta casa sólo puede haber un dictador y esa soy yo.

Él es un hombre muy tierno. Nos conocimos en Visión Mundial, él trabajaba como asesor de desarrollo económico, ahí nos conocimos. Siempre fuimos amigos, luego él se fue a Estados Unidos y yo me fui a Honduras”.

¿Cómo fue el flechazo?

“Stalin es una persona muy noble, de un gran corazón, porque te cautiva su manera de ser. ¿Qué te puedo decir?, de una amistad surge un amor. Me casé tarde, pero valió la pena la espera, porque me hace muy feliz, compartimos; aún cuando somos muy diferentes en la personalidad, nos complementamos, decidimos convivir y compartir un proyecto de vida juntos”.

Ella es una mujer que ha recorrido y vivido en muchos países de América Latina, de último se radicado en Ecuador, país de donde es su esposo, por ello…

¿Qué se siente vivir en muchos países?

“Es bonito, he vivido en Estados Unidos, Brasil, Costa Rica, Honduras, Ecuador, Colombia. Yo bendigo mucho a los migrantes, pues imagínate, es complejo con trabajo, como será en la condición de ellos, que van en busca de estabilidad pero sin la seguridad de nada. Yo gracias a Dios he estado en esos países por trabajo, estudio, familia, cada vez que llegas a un país implica empezar”.

¿Y cuál de todos esos países es el que más le ha gustado?

“A mí me encanta Colombia, además de Brasil que es obvio, pues es mi patria, el lugar donde tú creces es el que aprendes a amar. Sin embargo, Colombia es un país que te acoge, que su gente te recibe con mucho cariño, te hacen parte de la familia, se hace mucha amistad. Esto lo experimenté de manera más fuerte en Bogotá. Allí estuve 5 años, desde el año 2008 hasta 2013. La alegría del pueblo colombiano, a pesar de décadas y décadas de violencia, es incomparable. Su gente vive con dignidad a pesar de los desafíos que tienen, celebran todo. Es una ciudad linda, desde lo cultural. Fue lindo convivir y descubrir el vallenato, el ajiaco y la gente querida.

¿Quién es su mejor amiga o amigo?

“Como te decía que en cada lugar que llegas, te toca encontrar a tu nueva mejor amiga; ese es todo un reto. Una de mis amigas muy muy queridas es Martha Yaneth, colombiana, que es la directora de Visión Mundial Colombia, ella me recibió desde el primer día que estuve en Colombia hasta el último día, una amiga que aprecio mucho, le tengo mucho amor, me dio un espacio muy familiar en su vida, estuvimos en los buenos y malos momentos. Ella es una mujer luchadora, ejemplo, fue una niña patrocinada por Visión Mundial y ahora es su directora en Colombia, imagínate que clase de ejemplo, que vida tan hermosa, difícil pero superando todos los obstáculos, ella la aprecio muchísimo.

Mis hermanas también para mí son unas grandes amigas, Anna Rebeca y Anna Karine, mi hermano Manfredo siempre fue mi mejor amigo, desde pequeñitos nos cubríamos. Gracias a Dios, mi padre es una persona inspiradora para mí, un norte, me dio mucha estructura de vida y mucho de los valores. Todo lo que escribo desde lo teológico, mi padre los revisa, él para mí es un referente de vida, una brújula.

Mi esposo también es un gran amigo, me ayuda en las dificultades, pero también celebra todo lo que yo hago, es una persona que valora mucho lo que estoy haciendo. Me apoya mucho, él es muy compañero.

Mi mamá una mujer que nos crio con mucho amor, jugaba con nosotros. Siempre ante los problemas, acudía siempre a ella. Ella siempre me decía, si eso te hace feliz, dale para adelante.

De ahí mucha gente, no me gusta nombrar porque estaría hasta el día de mañana nombrando mucha gente. Harold por ejemplo es mi amigo, es mi jefe, pero que es un hombre que te trata de manera pastoral, te ofrece oportunidades para crecer, te acompaña, también te reta, es un amigo muy querido. Ha asumido la ternura de la mejor manera, otro colombiano, aunque vive en Costa Rica.

También recuerdo a Inés Martínez de Honduras, asesora de educación, una persona maravillosa, quien me dio una calurosa acogida cuando llegué a Honduras, donde compartimos momentos maravillosos. La señora Victoria de Costa Rica, una señora mayor, más allá de sus 60, pero una mujer fuerte, luchadora, que sacó sus hijos adelante, abrió la puerta de su casa y me asumió como una hija más; la llevo en mi corazón, es mi mamá tica”.

Su inteligencia brota a flor de piel, aún cuando no ha incursionado en las artes, su mejor aporte, toda su pasión, todo su talento lo ha proyectado en su didáctica, en ese amor que emana cuando explica su creación crianza con ternura. Ha recorrido las Américas de cabo a rabo llevando a todos los rincones su mensaje de esperanza.

¿Cuáles son esos talentos ocultos?

“(Risas) Talentos, no sé… Una de las cosas que me gusta es cocinar, me relaja. Me gusta hacer comida mexicana, las fajitas. Cada vez que van amigos a casa a cenar, ese es el plato. Entre Stalin entre y yo cocinamos lo que es la galiñada, que es un plato típico de Brasil. Me gusta hacer galletas, eso me relaja mucho. A veces bien, a veces mal, pero siempre cocinamos. Desde muy pequeña mi mamá me asignaba esa responsabilidad de cocinar. Si bien no es un talento, me gusta recibir a la gente en casa, me gusta, hacerlos sentir como en su casa, eso lo aprendí con la vida. Aún cuando no soy pintora ni poeta, gané en el colegio una medalla por un poema, en aquella época había un concurso de poesía y yo escribí algo sobre la mujer”.

Preguntas de paredón

Un color

Azul

Un lugar

El mar

Una pieza de ajedrez

La reina

Un libro

Es que me gustan todos,,,A History of the American People por Paul Johnson

Una canción

Gracias a la vida

Un momento hermoso

Mi matrimonio

¿Qué le indigna?

La violencia contra los niños

¿Qué le inspira?

Dios

Una comida

El ajiaco

¿Qué no falta en su equipaje?

El cepillo de dientes

Un personaje

Frank Pais

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