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Ángel Morillo

El Heredero del Río Magdalena


Su historia es un cúmulo de “Diosidencias” (coincidencias de Dios) múltiples y a lo largo de su vida ha hecho gala de una sensibilidad sin par. Es un hombre sumamente carismático, amigable, de esos que en un primer momento te caen bien. Como buen latinoamericano es fácil de verbo. Dicen los grandes autores que el buen humor es signo de inteligencia, estas son dos características son inmanentes a su ser, nunca niega una sonrisa, un gesto de hospitalidad, pero además cuenta con un historial académico brillante. Él es una cajita de sorpresas, un hombre versátil que las veces hace de profesor, empresario, asesor y hasta mimo, todas estas cualidades resumen de lo que está hecho, sin mencionar que nació en Guayaquil y sus padres lo trajeron en una canastita, aún cuando todos lo conozcan como bogotano. Así es el diácono de la arquidiócesis de Bogotá Alirio Cáceres Aguirre y referente para Latinoamerica del área de Ecoteología del Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano.

“Fue una confesión sin absolución”, así lanza al finalizar el relato de su vida. Su absolución sin duda estará en este relato, una absolución compartida en esta comunión de hechos, de una vida que inició en Guayaquil un 19 de agosto de 1963 (fecha en la que nace) en la Clínica 9 de Octubre, pero es totalmente Colombiano, un Bogotano de pura sepa. Y un 15 de agosto de 1964 recibe su bautismo, lo que según él mismo, define como se segundo nacimiento.

“En ese tiempo en el avión colocaban a los bebés en una canastita y cuando llegamos a Bogotá cómo no había tanto control migratorio, mis padres llegaron a un registro civil y me presentaron acá en Bogotá. Todos mis documentos oficiales están registrados como si hubiera nacido acá”, acota.

Sus padres Alirio Cáceres Machado y Nancy Inés Aguirre, ambos colombianos, ella de Giraldot y el de La Dorada, lugares que son puertos en el río Magdalena. “Con el paso del tiempo descubrí las raíces de mis ancestros y descubrí que somos herederos de la gente del río Magdalena”, rememora.

Su vínculo afectivo lo asocia más a la familia materna, porque sus padres se separaron estando él niño, tenía 10 años, esa eventualidad lo llevó a “Compartír mucho con mi familia que tiene raíces en el Tolima y en el Huila y cuando ellos se separaron, nos fuimos a vivir a un barrio en Bogotá que se llama Los Alcázares, que rima con mi apellido”.

Ese eco de los ancestros y genes, esa curiosidad congénita lo llevó a conocer la provincia de Alcázares en España, puesto que sus orígenes, la etimología de su nombre “Tiene que ver con eso, con los castillos, las murallas, con toda esa arquitectura casi medieval”.

Es el mayor de 5 hermanos, la ruptura de sus padres fue un motivo para crecerse en la adversidad, “Todo eso fue un incentivo, es lo que hoy en día llamamos resiliencia, además de sentirme el mayor y mi mamá comenzó a trabajar, eso me dio un nivel de autonomía y responsabilidad para dedicarme a los estudios, fue algo muy doloroso que con el tiempo sanó”.

¿Cómo fue Alirio niño?

“Tímido, callado, muy concentrado, muy espiritual. Muy de la religiosidad materna por parte de mi abuela, muy admirador de mis tíos maternos. El paradigma del hombre, de la figura paterna, lo encontré en mis cuatro tíos paternos. Amante del fútbol, siempre practicante, jugaba como centrodelantero. Hasta hace 3 años que tuve una lesión y por recomendación médica dejé de practicarlo”.

Siempre fue muy inteligente, ¿Qué se siente ser el primero de la clase?

“Era algo natural, disfrutaba el estudio. Las materias las veía de una forma más divertida, tenía curiosidad por el conocimiento. Ahora, mirando en retrospectiva, creo que eso facilitó mucho en el seno de mi familia, el hecho de ser becado. El día que me gradué fui condecorado con la orden Andrés Bello, condecoración que reciben los mejores bachilleres del país. Eso me abrió las puertas para estudiar gratuitamente mi carrera”.

Y su mejor amigo en la infancia

“Casualmente en estos días estuve recordando a Harold Jhon Solano, fuimos compañeros de colegio, de la misma cuadra, vivíamos en el mismo barrio, fuimos como hermanos. Él murió hace 20 años de una enfermedad. El 27 de octubre cumplió los 20 años de fallecido, murió muy joven”.

De los recuerdos de Cali a la obra Kolping

Su abuelita lo llevó al mundo de la fe, recuerda mucho imágenes que “me vienen de Cali, una ciudad de temperatura agradable, allá íbamos a pasar vacaciones y mi abuela en las noches lluviosas, abrazadito en la cama con ella, ponía su radio y como era hincha de un equipo llamado Santa Fe, empezaba el rosario, como antesala a la espera del juego, y nos enseñaba a rezar, recuerdo mucho eso”. Después con el tiempo en la parroquia los Alcázares, fue monaguillo, allí, un sacerdote muy cariñoso, el padre Rafael Ortiz, motivaba a los muchachos, entre ellos, él.


En el colegio Santo Tomás llegó fray Leonardo Gomez Serna, hoy obispo emérito, un dominico, quien le enseñó y motivó de una manera impresionante para una pascua juvenil dominicana y eso marcó su vida… “Allí viví la experiencia de un Cristo joven, alegre, con sesiones de música, obras de teatro, unas dinámicas de integración impresionantes… Allí hubo un quiebre de un niño con una religiosidad clásica, convencional, a un joven con una experiencia profunda, digamos que de primera conversión”. Ese estilo jamás lo abandonó.

¿Por qué diácono?

“Primero por entregarme a Dios absolutamente. Conocí a mi esposa en una obra católica, de origen alemán, llamada Kolping, en honor a Adolf Kolping, un sacerdote contemporáneo a Marx y Engels, quien siendo en su juventud artesano, vivió el drama de ese tránsito de la cultura del artesano a la revolución industrial. Aprendió en su oficio de artesano a ser proletario. A partir de estas experiencias creó un hospicio que hoy en día es la obra Kolping.

Recién graduado de ingeniero químico pidieron un joven profesional con experiencia en pastoral y así fue como llegué a Kolping. Mi esposa, cuatro años después llegó como odontóloga. Nos casamos siendo ambos funcionarios de la obra kolping y cuando salí de Kolping, otro dominico llamado José Gabriel Mesa O.P.me sugiere ser diácono.

Igualmente otro sacerdote, que en paz descanse, Jairo Nicolás Díaz, me dijo “Oiga por qué no se hace diácono”. Fui con mi esposa a las charlas informativas y nos llamó la atención ver tantas parejas maduras, de 25 y 30 años dando testimonio y nosotros estábamos recién casados… Esos diaconados sirvieron para nosotros como de especie de toldo y como ya no estábamos en Kolping vimos en el diaconado una forma de consolidar nuestro matrimonio como un matrimonio católico.

Hablé con Monseñor Alberto Ojalvo y me dijo usted no tiene la edad, pero comience a estudiar… Estudié y cuatro años y medio después, aún nuestro matrimonio no tenía el tiempo para optar a diácono, tenía, seis años y medio de matrimonio, necesitábamos diez y gracias al Cardenal Pedro Rubiano, gracias a una solicitud de Monseñor Agustín Otero, también fallecido, me dieron la despensa y me ordené como diácono”.

Ya va a cumplir 15 años como diácono, pero hay otro aspecto trascendental en su vida y son sus clases en la Pontificia Universidad Javeriana, allí inicia los derroteros de la ecología, allí tiene una segundo vuelco su vida.

Ser docente fue un punto crucial en su vida, ¿cómo describe es experiencia?

“Cuando salí de ingeniería química estaba fascinado por los átomos, las moléculas, entonces no encontraba como compaginar la ingeniería; en ese entonces la época estaba muy marcada por teología de la liberación y encontré en la Universidad de América a un grupo de profesores y estudiantes que hablaban de tecnologías apropiadas culturalmente, para el ecosistema y par la satisfacción de la comunidad. Esto fue a mediados de los 80, te hablo de paneles solares, picar caña de azúcar con unas bicicletas, de usar molinos vientos, y el libro que inspiraba esto se llamaba Lo pequeño es hermoso de Ernst Friedrich Schumacher, un libro que cuenta con mucha vigencia. Todo esto influyó en mí, de ser un ingeniero orientado a la industria, me convertí en un ingeniero alternativo en trabajo popular”.

Es de este modo como llega a la educación, por eso “Entré a Kolping, por eso hice una especialización en Educación, especialmente orientándome al ámbito de la educación popular en América Latina, especialmente el pensamiento de Paulo Freire, además por trabajar con una organización alemana también tenía influencia en la educación de adultos”.

En ese contexto, una vez que sale de Kolping comienza a ser docente y “Me llaman de la Javeriana, allí comienzo como profesor de Responsabilidad Social de economistas y administradores y, casualmente, nace la Facultad de Estudios Ambientales y Rurales con una carrera de Ecología, de allí que me dijeron que necesitaban un profesor de teología que sepa dialogar con los ecólogos, entonces mi paso de 16 años en la Javeriana fue de diálogo entre ecología y teología, después que me ordené diácono, trabajé un poco más la teología pastoral, la teología de la acción, pero ahí estuvo el punto de quiebre”.

Y cómo le cae a usted la Laudato Si, ¿un traje a la medida?

“Al salir la Laudato Si, fue como entender el sentido de mi vida. Fue un regalo, pues en ese momento estaba en un duelo de haber terminado mi ciclo con la Universidad, iniciando una nueva etapa de vida. Se dieron unos cambios internos, unos cambios institucionales y desde entonces prescinden de mis servicios. La Javeriana era mi casa. La Encíclica es anunciada un 18 de junio y yo venía de 6 meses duros, como con un poco de oscuridad, esto me llega como un regalo del cielo. Fue como vindicar toda la intuición que se tenía”.

En 2015 organiza un Seminario sobre Ecoteología, ciudad, religiones y cambio climático, auspiciado por la Alcaldía de Bogotá, fue como una especie de recoger el pasado y ponerlo al día. Actualmente ha tomado el camino del emprendimiento al crear su Consultora DOMUS OMNIA, la cual ha definido como “Una escuela que estoy iniciando hasta ahora y hace parte del esfuerzo y las oraciones que hago al Señor para que me guíe”.

En este aspecto admite con mucha sinceridad que “Viví 16 años devengando un salario por la Universidad que me permitía hacer lo que me gusta como diácono y como ecoteólogo; pero al cesar esta vinculación laboral, tengo que crear DOMUS OMNIA y ese es un desafío mayor, porque tengo que reconocer que no soy una persona hábil para los negocios, no me interesaba por esta cuestión, resulta que un diácono, un padre de familia, tiene que pasar por esto, como una forma de evangelizar la economía, y ganarme el pan nuestro de cada día con honestidad y con coherencia”.

El papá, esposo y el artista

La paternidad es otro punto de giro en su vida. Cuando nace su primer hijo, en 1998, ya había fallecido su mamá y su abuela, el simple hecho de ser papá, lo hizo pensar que tenía uno, por ello lo buscó, era el inicio de una reconciliación, pero que lamentablemente a los 7 años terminó porque “Mi papá duró 7 años siendo el mejor amigo de la casa, de mis hijos y mi esposa, hasta que murió en un accidente de tránsito en el centro de Bogotá”.

“La vida me dio la oportunidad de reconciliarme y experimentar el dolor”, admite. Este capítulo duro de su vida, contrasta con el momento cuando conoce a Andrea Pinzón Cáceres, su gran amor y madre de sus tres hijos. Recuerda, muy jocundo cuando se conocieron: “Como teníamos el mismo apellido yo le decía “primis”, acá en Colombia acostumbramos a decir que entre primos más me arrimo. Fuimos amigos primero, amigos que compartimos como cualquiera, ella tenía su pareja, yo también, pero después fuimos encontrando muchas afinidades”.

Ya ahora el 07 de diciembre cumplirán 21 años de casados, sus tres niños son su mayor tesoro, Daniel Esteban de 18, Daniel Felipe de 13 y la pequeña Laura María de 8 años. “Nosotros decimos que son la sonrisita de Dios, Dios nos ha sonreído a través de ellos”, acota, los ojos del padre brillan.

¿Qué significado tienen sus hijos?

“Ser padre para mí es una realización humana, a raíz de esta experiencia viví la reconciliación con mi propio padre, tengo que decirlo también, mi padre fue un hombre brillante en lo intelectual, en el tema de la farmacéutica y la medicina, pero con una adicción particular al juego, era ludópata

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En eso de mirar el pasado y el futuro de mis hijos, me he propuesto a ser mejor que mi papá, quiero que mis hijos tengan una experiencia de dios padre a través de este papá en la tierra, eso digamos que me ha marcado. Me siento realmente privilegiado de estar con ellos”.

¿Cuál es su autoconcepto?

“Me veo como una persona con una búsqueda existencia y espiritual muy profunda, me gusta beber de la experiencia de Dios en todas sus manifestaciones, con competencias interpretativas, analíticas para la docencia, con mucha capacidad para sistematizar. En los grupos donde trabajo, la gente dice que tengo capacidad para hacer síntesis, para redactar, para extraer lo fundamental de un texto. Pero a la vez, soy una persona muy sensible, me gusta el arte, la poesía. Me emociono con facilidad, lloro con facilidad.

Tengo un personaje que se llama Oikos, el mimo ecológico que es como una especie de alter ego, él es la herencia de un grupo de teatro que tuvimos hace 22 años, el colectivo Apagonía, teatro y danza, en ese entonces, hicimos la vida de San Francisco de Asis, la obra se llamó El Loco de Asis, al disolverse el grupo y por la muerte de un amigo decidí hacer un homenaje por medio de Oikos (Casa Hogar).

Oikos va a todas partes, es la expresión más concreta del polifacético Alirio, él mismo cuenta que con el personaje “Trato de expresar con el cuerpo, con los movimientos, los gestos, el silencio, esa belleza de la creación. A través de Oikos aflora ese niño que llevo dentro”.

Además del teatro, también la escritura es su otro fuerte: “Yo escribo, tengo un libro de apuntes por publicar, tengo poesía, prosa poética, de hecho hasta en mis textos académicos trato de incorporar esa dimensión que llaman inteligencia emocional, de conmover”.

Entonces qué le falta por hacer

“Uff, sistematizar mucho el trabajo realizado, lograr una incidencia política más expresa, como ciudadano, siento que tengo una responsabilidad histórica grande y entonces ese regalo del Señor de estar colaborando con el DEJUSOL como referente de ecología integral, el trabajo con iglesia y minería. Un poco en ese plan de ser un actor social en el ámbito de América debe corresponder con mi cotidianidad y como diácono tengo una tarea muy grande que es toda esa parte de equilibrio financiero dentro del buen vivir de mi familia, dentro del voluntariado que tengo como Iglesia, pero también está el tema del autosostenimiento, por eso que ahora estoy iniciando una etapa como empresario brindando consultoría en gestión ambiental y en sistema de ecología integral para organizaciones religiosas”.

Haciendo mutis como Oikos, Alirio se va, en una expresión solidaria, el hombre, el padre, el esposo, el diácono sigue su paso. El arte, el cuidado de la casa común y su nueva etapa como empresario demarcan el nuevo camino a seguir, sin duda queda absuelto de toda pregunta, hasta que una nueva diosidencia determine lo contrario.

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Preguntas de Paredón

¿Quién es Dios?

Enamorado

Un color

verde

¿Qué le indigna?

La injustica

¿Qué le inspira?

Los bebés

Un libro

Lo pequeño es hermoso

Un plato de comida

La lasaña de mi cuñada

Una prenda de vestir

Una camiseta que dice Ecoteologia

Una pieza de ajedrez

Alfil

Un lugar

Chinatá

Un personaje

Jesús de Nazareth

Un olor

Caballero de la noche

Un aparato tecnológico

Un celular

Un día de la semana

Sábado

Un santo

San Francisco de Asis

¿Qué no falta en su equipaje?

Una biblia

Una virtud

La fe

Un defecto

Manejo de tiempo

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