20 de enero de 1945. Si usted teclea esta fecha en Wikipedia no aparece un acontecimiento digno de contar, a menos que se deba a un soslayo de alguno de esos hombres wiki. Lo que sí es cierto que Europa estaba devastada tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, las migraciones crecían a causa del hambre, la historia era otra, los flujos migratorios europeos llegaban en oleadas a América, un continente que los recibía con brazos abiertos, la historia era otra. Con ese telón de fondo, los Milesi también llegaron al sur de América, específicamente al sur de Brasil, allí su bisnieta Rosita Milesi, se convertiría un siglo después en defensora de los derechos del pueblo migrante, en la apóstol de los migrantes de Brasil y pudiéramos afirmar que de toda América Latina y el Caribe. Así es la historia de esta hermana Scalabriniana, que con su vida y obra, digna de contar, tiene insumos suficientes como para marcar un hito y un espacio en Wikipedia, como para conmemorar a partir de ya el 20 de enero de 1945, día de su nacimiento, en Farroupilha, un municipio brasileño del estado de Rio Grande do Sul.
El trabajo de la actual Directora del Instituto Migraciones y Derechos Humanos (IMDH) y Miembro del sector de Movilidad Humana de la Conferencia Nacional de Obispos (CNBB), piedra sobre piedra, se ha convertido en referencia obligada de migración y movilidad humana, ella misma cuenta que “El drama que las migraciones están representando en el mundo y el sufrimiento de estas personas nos toca mucho, nacemos para esta finalidad y aunque anteriormente las migraciones no representaban un gran reto en el mundo, siempre las hubo, pero estos son momentos más fuertes, como lo dice el Papa es una de las tragedias más dramáticas que los migrantes y refugiados viven desde la Segunda Guerra Mundial y esto no es una frase para impresionar, es una realidad”.
Nieta de inmigrantes italianos
Jose Milesi y María Josefina Fadris son hijos de inmigrantes italianos, ellos tuvieron 12 hijos, 6 niñas y 6 niños. La sexta es Rosita, quien desde muy pequeña ayudó, su espíritu de servicio y su siempre disposición al trabajo florecían en su espíritu de niña: “Me crie en el campo, trabajando desde pequeña, por la mañana tempranito íbamos adonde mi papá trabajaba y llevábamos la comida, después íbamos a la escuela para terminar el primer periodo de estudios”. Esta rutina fue hasta los nueve años, porque de repente, la pequeña Rosita, un día normal, sorprendió a sus padres diciéndoles: “Quiero ser hermana, me gusta”; en efecto, en ese periodo de su vida conoció a las Scalabrinianas, una congregación cuya espiritualidad es el pueblo migrante, en su código genético, en su espíritu, yacía la misión, los migrantes desde siempre tocaron su corazón.
Había además condicionantes que de alguna forma también incidieron: Su hermana mayor ya se había ido a estudiar con las Scalabrinianas, el hogar de los Milesi siempre fue un hogar muy pobre, aunque ella misma precisa: “Mis padres con pocas posibilidades pero con mucho trabajo siempre buscaron que no nos faltara nada en asistencia y la comida. Con mucha creatividad solucionaban los problemas, las enfermedades las trataban con hierbas. Mis padres se preocupaban mucho porque estudiáramos”. Además las Scalabrinianas siempre los visitaban, allí compartían, oraban, en fin, el estudiar con ellas, hacerse religiosa, fue una de las alternativas más viables para que ella prosiguiera estudios.
¿Cómo describe su infancia?
“Una cosa muy interesante que me di cuenta que tengo que decirla siempre es la cuestión del idioma, yo nací en una región donde todavía se hablaba dialecto italiano, no se hablaba todavía portugués, fue después de la guerra cuando en Brasil se prohibió hablar italiano pero esto fue muy difícil de controlar, de cualquier forma mis padres y gente de la región buscaba aprender portugués, es decir, yo aprendida primero a hablar italiano y aprendí el portugués cuando comencé la escuela, es interesante porque siempre nos preguntamos porque en el sur de Brasil tenemos un acento más italiano es por esto”.
No obstante, en esa vida de limitaciones materiales, el amor y la creatividad florecían, no faltaron los momentos duros, en ese vaivén de la vida uno de sus hermanos muere. Un duro golpe. Los Milesi se sobrepusieron al fuerte golpe. De esos 12 hermanos, ella fue la única que persistió, su hermana mayor a la postre no continuó. El espíritu constante de Rosita fue otro factor fundamental.
¿Cómo nace su vocación?
“Fue prácticamente una inspiración de Dios porque tan pequeña no estaba en condiciones de hacer discernimientos y de decidir sobre mi futuro pero creo que Dios tiene sus caminos. No podría decir que fue porque conocimos a las hermanas porque solo una de mis hermanas y yo quisimos son cosas de Dios; mi hermana después de un tiempo no quiso quedarse dentro de la congregación y yo me quedé, soy muy feliz. Para mí la vocación fue conocer las hermanas, ir con ellas vivir con ellas, estudiar y encantarme por esta forma que ellas tenían de vivir y de trabajar y tanto fue así que me quedé con ellas de la edad de nueve años”.
¿En qué momento formaliza sus votos?
“Cuando yo alcancé ese nivel del estudio en la escuela elemental, tenía 14 años, me consideraron muy joven para decidir, pero tenía que hacerlo, no era que no podía decidir, sino que era muy niña para pasar al noviciado. Es decir, con esta edad yo acepté la invitación más formal y fue en esta etapa más avanzada de preparación para ser hermana cuando decidí terminar el estudio que me faltaba para hacer los votos”.
¿En qué año hace sus votos?
“Los votos temporarios fueron el 12 de febrero de 1964, los votos perpetuos los hice, creo, 5 o 6 años más tarde, no recuerdo bien. Porque pasé un periodo de dudas, las dudas que no me dieron de niña me vinieron más tarde por cuestiones externas, porque me mandaron muy lejos de mis padres para santa Victoria do Palmar, frontera con Uruguay, me sentí muy perdida y por esa duda pedí un tiempo para pensar mejor y pasé seis años con votos temporales y después hice mis votos perpetuos”.
De una religiosa normal a la apóstol de los migrantes
Rosita de espíritu impetuoso, inquebrantable y decidido emprendió lo que ninguna otra religiosa, por lo menos de las Scalabrinianas había hecho: estudiar Derecho. Y no se trata de una cuestión de capacidades (que por supuesto Rosita también tiene en su software), sino de cuestión de tiempo. Tan sólo escuchemos su voz: “Era un desafío, pero yo lo decidí así, estudié derecho muchos años porque me cambiaron y nunca puse dificultad a la congregación para aceptar una transferencia de un sitio al otro. Logré terminar el curso de Derecho, creo que en 1978, en ese tiempo estaba trabajando en la construcción de un hospital en Porto Alegre y había dejado la universidad, pero terminé los estudios”
En ese momento, pidió a la Congregación la dejaran trabajar como abogada para los pobres, “Y me dijeron que no, porque la línea era trabajar con el hospital”. Eso no la amilanó en absoluto, pasados los cuatro años de trabajo en el hospital nuevamente inquirió, le dijo a la superiora que “Me tenían que dar una respuesta, puedo empezar a trabajar como abogada o lo dejo para siempre porque tenía cuatro años sin trabajar, sin estudiar y entonces me dieron la oportunidad de trabajar un día a la semana y allí comienzo el trabajo en las periferias que siempre fue lo que me gustó, el trabajo con los pobres”.
Los frutos en poco tiempo comenzaron a verse, el éxito en su trabajo por los pobres de las periferias, en especial, por los migrantes, la llevaron a que en 1986 la Superiora General la invitara a ir a Roma a preparar la creación de un centro de estudios migratorios para la congregación esta fue la primera fundación. Sin duda, esa dicotomía formativa derecho-vocación religiosa fue pilar fundamental para sustentar su trabajo, le dio un nom plus que pocos tienen.
“Yo acepté, estuve casi dos años preparando la fundación me empecé a involucrar fuertemente con la migración, la Congregación decidió que el centro de estudios seria en Brasilia, una ciudad que yo detestaba porque era muy difícil vivir allí, pero la fundación no era mía, sino de la Congregación y me tuve que ir a vivir allá”, rememora.
Fue desde allí que empezó a estudiar más el tema de las migraciones desde el ámbito universal y de la iglesia. “Por mi cuenta también empecé a trabajar en la Conferencia Episcopal de Brasil en el sector de movilización movimiento de misioneros desde Brasil para otros países, es decir, todo el conocimiento de derecho lo puse al servicio de la movilización de misioneros que no tenía nada que ver con el centro de estudios, fue un momento muy difícil porque era poco después de terminada la dictadura en Brasil”.
Al llegar a Brasilia y habló con el Presidente de la Conferencia, “le dije que quería hacer algo en la conferencia y me dijo que tenía un sitio para mí con el trabajo con estos misioneros que llegaban al país y fue así como trabajaba con el centro de estudios y con asesoramiento legal a los misioneros”.
Al mismo tiempo que se estructuraba el Centro de Estudios comenzó, en 1989, a dar apoyo legal a los migrantes refugiados indocumentados en Brasil. “Este trabajo empezó en Brasilia, pero me llamaban desde Manaos, Mato Grosso, Porto Alegre, entonces decidí comenzar con los núcleos de atención”.
Estos núcleos de atención de migrantes florecían en varias partes de Brasil. En Porto Alegre en la iglesia Sibay, en Matto Grosso en la arquidiócesis y así fueron multiplicándose: “Esto porque en ese tiempo la comunicación era difícil, estos núcleos fueron creciendo al punto que en 1996 ya teníamos 10 núcleos a nivel de Brasil e hice el primer encuentro nacional. Ya en 2002 fue el segundo encuentro y en 2004 hicimos un gran encuentro nacional de estos núcleos que ya eran 18”.
“Decidimos crear la red solidaria para migrantes y refugiados que tiene ya 13 años, cada organización es autónoma. Trabajé 23 años con la Conferencia Episcopal todavía lo hago pero no estoy todo el día”, agrega.
En 1999 seguía como directora del centro de estudios migratorios y decidió con unos amigos fundar el Instituto Migraciones y Derechos Humanos (IMDH) para que representará legalmente a todos estos movimientos que brindara apoyo y asistencia, pero que a su vez sirviera para investigaciones y producciones de centros de estudio. “De este instituto soy directora, tenemos hoy en día diez proyectos, soy miembro en Brasil del Consejo Nacional de Inmigración y también del Comité Nacional para Refugiados”.
¿Cómo ha logrado llegar hasta este punto, cómo ha trazado ese camino?
“Mi característica personal es que soy muy decidida, también en mi casa cuando era pequeña a mis padres le costaba dominarme o de mandar en mí, me les enfrentaba de manera diferente a mis otros hermanos, entonces esa personalidad decidida me llevó hasta la universidad, que aclaro, no era muy común que en ese tiempo las hermanas fueran a la universidad. Yo trabajaba en una ciudad llamada São Jerônimo que era una ciudad muy lejana del sur y yo quería estudiar pero tenía que trabajar y decidí por mi cuenta sin pedir mucho permiso a la congregación. Aunque quedaba lejos, decidí hacer el curso de Derecho para ser abogada, cosa extraña dentro de las hermanas porque no hacia parte de la historia de la congregación y de las misiones; trabajaba todo el día e iba a la universidad en la noche, eran dos horas de viaje tres días a la semana para ir a estudiar, dormía en la universidad y me levantaba a las cinco para estar a las ocho en mi ciudad para seguir el trabajo”.
¿Su relación con el CELAM nace en se mismo contexto?
“Cuando comencé en el CELAM estaba trabajando en la Conferencia Episcopal en Brasil, estaba con el centro de estudios y creo que había comenzado el instituto. Entonces como era la encargada del área de migraciones siempre me invitaban a dar mi contribución”.
Una relación familiar que la distancia no separa
En medio de toda esa tenacidad y constancia, es una mujer dulce. Tiene buen verbo, uno puede pasar horas y horas de solazada conversa con ella, tiene un acervo cultural muy rico, es agradable, muy cercana. Le encanta vivir encarnada en medio del pueblo pobre, seguramente le aterraría vivir en la zona rosa de cualquier ciudad y esto no es mero discurso vacío o una pose de teología de liberación, su vida son hechos, es fiel testimonio de lo que cree y por lo que lucha, ella es toda coherencia, “En 1993 empecé a pedir a la administración de Brasil que me diera un pequeño terreno en la periferia de Brasil, donde quería empezar un proyecto social, empecé en 1996 a construir la casa y allí atendíamos a la comunidad”.
¿Cómo es rosita un día en su casa?
No hay un día que no tenga trabajo, he construido una casa en la periferia de Brasilia, yo vivía en el centro de la ciudad en la casa de la congregación. En la parte de atrás vivimos y adelante es donde atendemos a todos los migrantes que llegan a Brasil. En esa casa yo vivo y trabajo siempre, estoy siempre en el trabajo si llegan después del horario de trabajo igual los atiendo, el fin de semana me dedico a las emergencias a lo legal, a lo social”.
¿Cómo es en familia?
“Mi familia me acompaña en lo que hago, aunque viven muy lejos, voy muy poco al sur. Ellas me mandan ropa de frío, hacen un ahorro para apoyarme, mis sobrinos me siguen por Facebook , son muy próximos y muy sensibles a mi trabajo”.
¿Qué le falta por hacer?
“Tener una obra más expresiva a niños y niñas migrantes y refugiados que son llevados por sus padres y no sabemos que necesitan los niños verdaderamente. Estoy empezando el proyecto Crianza en Frontera, para ello tengo el apoyo de varios voluntarios, a nivel nacional tenemos en Roraima la llegada de venezolanos y a los indígenas que tienen características diferentes, con esto estoy motivando a la atención de los niños en frontera. Ya he tenido la oportunidad de hablar con el Papa dos veces y le presenté la solicitud y le agradecí por haber dado este mensaje al mundo sobre los niños y niñas migrantes del mundo”.
Paredón de fusilamiento
Un color
Verde
Un libro
Laudato Si
Una virtud
Misericordia
¿Qué le indigna?
El Egoísmo
Un plato de comida
Lo Esencial
Una pieza de ajedrez
No juego (risas)
Un lugar
México
Un número
10
Un personaje
Papa francisco
Una palabra para un migrante
Esperanza
Un día de la semana
Viernes
Un santo
San Carlos
¿Qué no falta en su equipaje?
No lo recuerdo
¿Qué le inspira?
La oración de la mañana